Un nuevo estudio de la Comisión Europea que utiliza aprendizaje automático y datos satelitales revela que el 9,3 % de la superficie terrestre mundial tiene un riesgo alto o muy alto de brote de enfermedades como el ébola, el zika y la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, junto con otras cinco enfermedades enumeradas como prioritarias en la vigilancia de la OMS por su potencial para causar epidemias y pandemias.
Los resultados indican que el 6,3 % de la superficie terrestre mundial presenta un riesgo alto y el 3 % un riesgo muy alto, la mayoría de estas áreas geográficas se encuentran en América Latina y Oceanía. La proporción del área de cada continente con riesgo alto y muy alto de brote es la mayor en América Latina (27,1 %), seguida de Oceanía (18,6 %), Asia (6,9 %), África (5,2 %), Europa (0,2 %) y América del Norte (0,08 %). Alrededor del 20 % de la población mundial vive en zonas de riesgo medio, mientras que el 3 % de la población vive en zonas de riesgo alto y muy alto.
El estudio analiza la relación entre los principales factores desencadenantes derivados de las actividades humanas y el riesgo de brote de las enfermedades prioritarias de la OMS, con excepción de la COVID-19. La lista de la OMS incluye nueve enfermedades zoonóticas, causadas por la transmisión de patógenos de animales a humanos.
Las actividades humanas y la presión que ejercen sobre el clima y el medio ambiente impulsan el brote de enfermedades de múltiples y complejas maneras. El estudio sugiere que las condiciones climáticas, como el aumento de las temperaturas, el aumento de las precipitaciones anuales en algunas zonas y la escasez de agua en otras, aumentan el riesgo de brotes de enfermedades.
Además, los cambios en el uso del suelo, los asentamientos humanos en la proximidad de zonas forestales, el aumento de la densidad de población y ganado y la pérdida de biodiversidad contribuyen a este riesgo.
El estudio también confirma que la densidad de población sigue siendo un factor dominante en la amplificación del riesgo, superando la contribución de otros factores individuales. Finalmente, los hallazgos resaltan el gran potencial de las políticas ambientales, como las prácticas sostenibles de uso del suelo y las iniciativas de conservación, para reducir el riesgo de pandemia.
El estudio proporciona un mapa de riesgo global y un índice de riesgo epidémico basado en el riesgo específico de cada país en relación con su capacidad de respuesta a las amenazas zoonóticas. El índice, que combina el riesgo máximo de ocurrencia de un brote con datos específicos de cada país sobre la respuesta a eventos zoonóticos, sitúa a Papúa Nueva Guinea y la República del Congo en los primeros puestos.
Los autores subrayan la necesidad de enfoques integrados que combinen la adaptación climática, la gestión sostenible del territorio y la preparación para la salud pública. Su análisis también demuestra la utilidad de los modelos predictivos para identificar zonas de alto riesgo y orientar intervenciones específicas.
A medida que siguen surgiendo amenazas zoonóticas, los hallazgos del estudio brindan información valiosa que puede orientar los esfuerzos para prepararse y responder ante posibles brotes, ayudando en última instancia a reducir el riesgo de futuras epidemias.
Desde su creación, y como se reafirmó en la reciente Estrategia de Contramedidas Médicas de la Comisión Europea, la Autoridad de Preparación y Respuesta a Emergencias Sanitarias (HERA) ha estado trabajando activamente para garantizar la disponibilidad y el acceso a contramedidas médicas asequibles.
Se presta especial atención a las amenazas prioritarias sensibles al clima identificadas en el estudio, incluidas las amenazas virales como el ébola, el zika y la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, y cuya propagación geográfica y aparición están cada vez más impulsadas por el cambio climático.