La leishmaniosis canina es una importante enfermedad zoonótica, endémica en más de 70 países en el mundo. El agente causal de esta enfermedad es Leishmania infantum, un parásito protozoo que en Europa se transmite mayoritariamente por la picadura de un insecto del género Phlebotomus.
Gracias a la actividad científica, en las dos últimas décadas han aparecido muchas publicaciones con información muy valiosa. Así, la incidencia de la infección en perros de áreas endémicas es mayor de lo estimado previamente, y además se ha confirmado que existe una expansión de la enfermedad hacia áreas consideradas no endémicas. La leishmaniosis presenta largos periodos asintomáticos, que contribuye a su propagación. Además, la falta de medidas preventivas y de concienciación en zonas no endémicas también podría estar contribuyendo a la expansión. Además, más de dos millones de personas se infectan en el mundo cada año por lo que se proponen medidas de control en el contexto del One Health.
El perro es el principal reservorio doméstico demostrado de la leishmaniosis y el desarrollo de la infección y la enfermedad dependen de la estrecha interrelación entre el parásito, el vector y el paciente. Sin embargo, también existe la leishmaniosis felina. Más aún, L. infantum se ha detectado otros animales como en lobos, roedores, caballos, y en liebres, siendo estos últimos causa de un importante brote de leishmaniosis humana en la Comunidad de Madrid en 2010. Su prevención es posible, tanto en perros como en humanos, mediante el control de vectores o la aplicación de vacunas.
Aunque L. infantum se transmite de forma natural a través de las picaduras de flebótomos infectados, se han descrito otros modos menos habituales de transmisión en perros. Los modos de transmisión no vectoriales demostrados incluyen la infección a través de transfusiones de sangre o de derivados procedentes de donantes infectados, y la transmisión vertical y venérea. También se ha sugerido que el contacto directo de perro a perro, a través de mordeduras o heridas, pueda ser responsable de la transmisión entre perros.
La infección puede provocar una presentación clínica grave que puede provocar la muerte o bien puede tener repercusiones sistémicas graves. En España se consideraba que la leishmaniosis canina estaba limitada a la región mediterránea, pero actualmente se considera endémica en la totalidad de la Península Ibérica y las Islas Baleares con prevalencias mayores en las zonas del sur y este de España, y se confirma su presencia en todas las comunidades autónomas, incluso aquellas tradicionalmente consideradas libres de la enfermedad. Esto incluye a las Islas Canarias, donde se reportó una prevalencia del 2,45 %.
Un informe de casos realizado Beatriz R. Morales Fuente, Noelia Costa Rodríguez, Alfredo Pérez Rivero, Elena Carretón, J. Alberto Montoya-Alonso, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y al que ha tenido acceso Diario Veterinario, tuvo como objetivo exponer la situación actual en las Islas Canarias, revelando la existencia de casos de leishmaniosis canina de origen autóctono, en perros que nunca han viajado fuera de las islas y cuya fuente de contagio permanece desconocida.
El primer caso se trató de una perra hembra castrada, de raza American Bully, de 5 años de edad, originaria de Las Palmas de Gran Canaria, con plan vacunal actualizado y desparasitación interna trimestral. Acudió a consulta debido a apatía, anorexia, debilidad de tercio posterior, vómitos y heces pastosas de varios días de evolución.
Como antecedentes médicos la propietaria refirió que ha tenido episodios de úlceras corneales bilaterales y uveítis, siendo necesario instaurar un implante de lágrima artificial en ojo izquierdo unos 2 años atrás aproximadamente. También refirió que desde hace 2 semanas presenta orina blanquecina de forma esporádica, edema subcutáneo generalizado, más notable en lado izquierdo y focos de alopecia también generalizados.
En la exploración física general se observó ictericia, edema subcutáneo en cuello y tronco, linfadenomegalia marcada en región cervical, hipotermia (32ºC) e hipoglucemia. Se realizó analítica sanguínea completa en la que se observó una severa anemia, así como alteraciones en los valores de BUN, fósforo y algunas transaminasas. Además, aparecieron alteraciones de parámetros de coagulación.
Se realizó una ecografía abdominal en la que se observó vejiga urinaria normalmente distendida, con partículas en suspensión y sedimentos minerales en cantidad moderada, hepatomegalia leve, parénquima difusamente hipoecogénico, vesícula biliar muestra normal distensión y paredes normales, sin sedimentos anormales, páncreas hipoecoico y ligeramente irregular, así como linfadenopatía iliaca medial severa con apariencia redondeada.
Se realizó PAAF de linfonodos cervicales y su correspondiente estudio anatomopatológico cuyo resultado fue compatible con linfadenitis hiperplásica asociada a leishmaniasis canina. Además, se realizó serología para Leishmania en un laboratorio de referencia, obteniéndose un resultado positivo, con títulos de anticuerpos de 2,63. La propietaria afirmaba que la paciente había nacido y vivido únicamente en la isla de Gran Canaria, que no había salido de esta isla en ningún momento de su vida. Nunca había recibido transfusiones sanguíneas y no había interactuado a nivel genital con otros perros. Igualmente, no había tenido contacto con animales que tuvieran antecedentes de leishmaniosis; sus antepasados tenían igualmente origen canario y no tenía constancia de que estos tuvieran antecedentes de leishmaniosis.
La paciente, desgraciadamente, presentaba un estadio muy avanzado de la enfermedad y falleció a las 48 horas de iniciar el tratamiento, que fue a base de antimoniato de meglumina y alopurinol.
El segundo caso se trataba de una perra hembra no castrada, de raza American Bully, de 4 años, originaria de Las Palmas de Gran Canaria, con plan vacunal actualizado y desparasitación interna mensual. Acudió a consulta debido a pérdida de peso aguda, descamación generalizada de la piel y lecho ungueal dañado. La propietaria refirió que presentaba el celo un mes antes de acudir a la consulta. No refirió antecedentes médicos.
En la exploración física general se observó mucosas ligeramente pálidas, linfadenomegalia generalizada, dermatitis exfoliativa, onicogriposis, úlceras (nasales, almohadillas, relieves óseos y uniones mucocutáneas). Se realizó una analítica sanguínea completa en la que destacó una severa anemia. Una prueba comercial de detección de anticuerpos reveló un resultado positivo a Leishmania. Se instaura tratamiento a base de miltefosina y alopurinol, al que respondió favorablemente hasta total recuperación del cuadro clínico.
La propietaria afirmó, al igual que en el caso anterior, que la paciente había nacido y vivido únicamente en la isla de Gran Canaria, que no había salido de esta isla en ningún momento de su vida y que no había recibido transfusiones sanguíneas; tampoco habíainteractuado a nivel genital con otros perros ni había tenido contacto con animales que tuvieran antecedentes de leishmaniosis. Sus antepasados eran igualmente de origen canario y no tenía constancia de que estos tuvieran antecedentes de leishmaniosis.
Por último, el tercero caso, un perro macho adulto, originario de Santa Cruz de Tenerife, con plan vacunal actualizado y desparasitación interna regular, acudió a consulta debido a conjuntivitis y opacidad corneal de dos semanas de evolución, que no respondía a tratamiento sintomático. Durante la exploración física general se observó edema corneal bilateral, que era más acusado en el ojo derecho. Se realizó un cultivo de muestra conjuntival en el que no se observó ningún crecimiento, por lo que posteriormente se realizó una biopsia conjuntival cuyo resultado fue compatible con conjuntivitis crónica. Además, se realizó una analítica básica en la que se observaron leves alteraciones hematológicas
Se realizó una PCR para hemoparásitos en un laboratorio de referencia, cuyo resultado fue positivo para Rickettsia y Leishmania. Se instauró un tratamiento a base de antimoniato de meglumina y alopurinol, al que respondió favorablemente, hasta total recuperación del cuadro clínico.
Al igual que con los pacientes anteriores, los propietarios afirmaron que el perro nunca había salido de la isla de Tenerife, ni recibido transfusiones, contacto genital con otros perros, así como contacto conocido con perros con leishmaniosis.
Ante estos casos, los autores indican que las islas Canarias fueron consideradas libres de leishmaniosis hasta recientemente, aunque comunicaciones personales y la publicación de un caso clínico despertaron sospechas de la presencia de casos autóctonos desde hace varios años.
Los estudios poblacionales han mostrado que solo un porcentaje bajo (< 10%) de los perros desarrollan una enfermedad grave, mientras que una parte considerable de ellos tiene infecciones subclínicas persistentes. En áreas no endémicas los perros infectados también pueden contribuir a “mantener la infección por Leishmania en la población canina mediante modos de transmisión no vectoriales, raros, pero no imposibles”. Además, añaden que la falta de conocimiento sobre esta enfermedad entre los veterinarios canarios muestra la probabilidad de que se estén presentando casos en la consulta que no estén siendo correctamente diagnosticados.
“Basándonos en los casos clínicos estudiados en este informe y en los obtenidos en otras investigaciones, resulta plausible plantear la idea de que se podrían estar produciendo casos autóctonos de leishmaniosis canina en Canarias”.