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Destacan el riesgo de veterinarios con respecto a la fiebre Q y la eficacia de las medidas de bioseguridad

Destacan el riesgo de veterinarios con respecto a la fiebre Q y la eficacia de las medidas de bioseguridad

El uso de guantes durante la recolección de muestras se asoció con una probabilidad significativamente menor de seropositividad para C. burnetii
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En el grupo de veterinarios, el 33,7 % resultaron seropositivos.

Coxiella burnetii es un cocobacilo gramnegativo intracelular obligado y agente causal de la fiebre Q, una enfermedad zoonótica que presenta una amplia gama de manifestaciones clínicas en humanos y animales. La transmisión horizontal ocurre principalmente a través de la inhalación de partículas aerosolizadas contaminadas con la variante de células pequeñas resistente al medio ambiente de la bacteria, a menudo de fluidos de hembras de animales parturientas u otros excrementos de animales infectados. El contacto directo y el consumo de productos lácteos no pasteurizados son rutas menos comunes, mientras que las picaduras de garrapatas, aunque relativamente infrecuentes, representan un modo reconocido de transmisión.

 

En los artrópodos vectores, en particular las garrapatas, las poblaciones de C. burnetii se mantienen mediante transmisión transestadial y transovárica. Estas vías de transmisión vertical contribuyen a la persistencia del patógeno en los ciclos naturales y podrían influir en las infecciones tanto en animales como en humanos.

 

La fiebre Q en humanos puede presentarse como una enfermedad aguda o crónica. La fiebre Q aguda se manifiesta más comúnmente como un síndrome similar a la gripe no específico, neumonía atípica o hepatitis. En raras ocasiones, pueden ocurrir complicaciones más graves como endocarditis aguda o meningoencefalitis. La fiebre Q crónica generalmente se desarrolla en individuos con factores de riesgo subyacentes como inmunosupresión, implantes protésicos o enfermedad cardíaca valvular preexistente. A pesar de su potencial patógeno, las infecciones por C. burnetii son frecuentemente asintomáticas, particularmente en individuos sanos y en una variedad de reservorios animales domésticos y salvajes.

 

El riesgo de la exposición a fiebre Q

 

Los rumiantes, en particular los pequeños rumiantes como las ovejas y las cabras, se consideran reservorios primarios de C. burnetii. Los animales infectados a menudo no presentan signos clínicos, pero cuando lo hacen, los trastornos reproductivos, incluidos abortos, mortinatos, crías débiles, mastitis, metritis e infertilidad son los signos asociados con mayor frecuencia. 

 

Además de los animales domésticos, la vida silvestre también desempeña un papel en la epidemiología de la fiebre Q. Los roedores, ciervos y otros mamíferos pueden albergar C. burnetii, lo que constituye una fuente adicional de infección para los seres humanos y el ganado.

 

Las personas que trabajan frecuentemente con animales, en particular con pequeños rumiantes, tienen un riesgo elevado de infección. Los grupos de alto riesgo incluyen veterinarios, agricultores, manipuladores de ganado, trabajadores de mataderos, personal de laboratorio que maneja muestras infectadas y personas que viven en áreas rurales con altos niveles de ganadería.

 

Uno de los aspectos más preocupantes de C. burnetii es su excepcional resistencia a las influencias ambientales. La bacteria puede sobrevivir a la desecación, a altas temperaturas y a la exposición a desinfectantes comunes, lo que contribuye a su persistencia en el ambiente. 

 

La vacunación sigue siendo fundamental en el control de la infección por C. burnetii, ya que reduce significativamente la incidencia de pérdidas reproductivas y minimiza la contaminación ambiental, limitando así la transmisión a animales susceptibles y humanos. 

 

La fiebre Q sigue siendo una enfermedad poco estudiada

 

A pesar de su relevancia como zoonosis ocupacional, la fiebre Q sigue siendo una enfermedad poco estudiada en muchas regiones. A diferencia de la prevalencia de C. burnetii en poblaciones ganaderas, se han realizado pocas investigaciones sobre el conocimiento y la seroprevalencia de C. burnetti entre los veterinarios que trabajan estrechamente con animales de granja. Esta falta de conocimiento es especialmente preocupante, dado el alto riesgo del trabajo veterinario, que implica la exposición regular a animales potencialmente infectados y entornos contaminados.

 

El objetivo de un estudio realizado en Portugal es abordar esta brecha de conocimiento mediante la evaluación del nivel de conocimiento de los veterinarios portugueses de animales de granja sobre la fiebre Q, así como su percepción del riesgo de exposición y su historial de infecciones. Mediante una encuesta exhaustiva y pruebas serológicas entre veterinarios en Portugal, este estudio busca determinar la prevalencia de anticuerpos contra la fiebre Q en este grupo profesional, arrojando luz sobre el alcance de la exposición ocupacional e informando sobre futuras estrategias de salud pública. En última instancia, los hallazgos de esta investigación podrían contribuir a mejorar las medidas preventivas, incluyendo campañas de vacunación, protocolos de bioseguridad mejorados y una mayor difusión educativa dirigida a los profesionales veterinarios.

 

El estudio implicó el análisis de un total de 276 muestras de suero, de las cuales 92 muestras correspondieron al grupo de estudio y 184 correspondieron al grupo control. En el grupo de veterinarios (n = 92), 31 individuos (33,7 %) resultaron seropositivos, mientras que 61 (66,3 %) resultaron seronegativos. En el grupo control (n = 184), se detectó seropositividad en 32 individuos (17,39 %), y los 152 restantes (82,61 %) resultaron negativos.

 

Veterinarios tenían más del doble de probabilidades de riesgo

 

El análisis estadístico reveló una fuerte asociación entre la profesión veterinaria y la seropositividad, indicando que los veterinarios tenían más del doble de probabilidades de presentar evidencia serológica de exposición previa a C. burnetii en comparación con el grupo control. 

 

Por otro lado, ciertos comportamientos de protección también se asociaron significativamente con menores probabilidades de seropositividad. Específicamente, los individuos que aislaron animales abortados tuvieron probabilidades significativamente menores de obtener un resultado positivo. De manera similar, el uso de guantes durante la recolección de muestras se asoció con una probabilidad significativamente menor de seropositividad para C. burnetii.

 

Por el contrario, las variables edad, sexo, años de experiencia y conocimiento de la transmisión de la fiebre Q no se asociaron significativamente con la seropositividad.

 

Este estudio destaca, según los autores, el riesgo ocupacional que enfrentan los veterinarios con respecto a la exposición a C. burnetii. La seroprevalencia significativamente mayor en veterinarios resalta la necesidad de “fortalecer las medidas de bioseguridad, en particular durante la toma de muestras y la manipulación periparto”. Las estrategias preventivas, como el aislamiento de los animales que abortan, el uso de guantes y la incorporación de la fiebre Q en el diagnóstico diferencial de los casos de aborto, “pueden reducir significativamente el riesgo de exposición”. Así, estos hallazgos enfatizan la importancia de la capacitación específica, la mejora de los protocolos de bioseguridad y una mayor concienciación para mitigar los riesgos ocupacionales y de salud pública asociados con C. burnetii.

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