La miocardiopatía dilatada (DCM, por sus siglas en inglés) es una enfermedad miocárdica primaria caracterizada por un agrandamiento significativo del ventrículo izquierdo o de ambos ventrículos y un deterioro de la función sistólica. Esto puede provocar insuficiencia cardíaca congestiva, arritmias o muerte súbita cardíaca. Es una de las cardiopatías adquiridas diagnosticadas con mayor frecuencia en perros y representa una causa importante de morbilidad y mortalidad, en particular entre razas grandes y gigantes. Las razas afectadas incluyen el dóberman pinscher, el bóxer, el gran danés, el pastor alemán, el golden retriever, el labrador retriever, el rottweiler, el cocker spaniel, el lobero irlandés y el terranova. Aunque la MCD a menudo se diagnostica como idiopática, se han asociado varios factores con su desarrollo. Estos incluyen mutaciones genéticas que afectan a las proteínas estructurales, anomalías en el metabolismo energético, miocarditis viral, mecanismos autoinmunes, trastornos endocrinos y exposición a fármacos cardiotóxicos como la doxorrubicina y los AINE.
En los últimos años, se ha prestado cada vez más atención al papel potencial de la nutrición en el desarrollo de DCM. Varios informes de casos y estudios observacionales han descrito DCM asociada a la dieta en perros que consumen dietas sin cereales, en particular las ricas en legumbres como guisantes, lentejas y garbanzos. Algunas de estas dietas pueden ser deficientes en taurina, carnitina y otros nutrientes esenciales necesarios para la función miocárdica, en particular en razas genéticamente predispuestas. Los estudios han demostrado que la intervención dietética y la suplementación con taurina o L-carnitina pueden conducir a una recuperación clínica y ecocardiográfica parcial o completa en algunos perros, lo que respalda aún más el vínculo entre la dieta y la disfunción cardíaca. Sin embargo, los mecanismos precisos por los cuales estas deficiencias dietéticas contribuyen a la lesión miocárdica aún se están investigando.
Junto con estos avances en medicina veterinaria, la investigación en cardiología humana se ha centrado cada vez más en el papel de los micronutrientes, en particular las vitaminas liposolubles, en la salud y la enfermedad cardiovascular. Por ejemplo, el colecalciferol (vitamina D 3) se ha identificado como un modulador clave de la función cardiovascular. Actúa a través de los receptores de vitamina D (VDR), que son receptores de hormonas esteroides que se encuentran en los cardiomiocitos, las células endoteliales y las células del músculo liso vascular. La deficiencia de vitamina D se ha asociado con inflamación sistémica, hipertensión, disfunción endotelial, hipertrofia ventricular izquierda y un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca en humanos. Estudios clínicos han demostrado que la suplementación con vitamina D 3 regula negativamente el sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA), reduce el estrés oxidativo y mejora la contractilidad miocárdica. Otra vitamina liposoluble con posibles efectos cardioprotectores es la vitamina E, que incluye tocoferoles y tocotrienoles en formas α, β, γ y δ. El α-tocoferol, la forma biológicamente más activa, es un potente antioxidante que protege las membranas lipídicas de la peroxidación y mantiene la integridad de las membranas de los cardiomiocitos en condiciones de estrés oxidativo.
Varios estudios en humanos han informado que una ingesta adecuada de α-tocoferol se asocia con una reducción del daño oxidativo, una disminución de la inflamación y un menor riesgo de aterosclerosis y cardiopatía isquémica. El retinol (vitamina A) es otra vitamina liposoluble esencial, conocida por sus funciones en la visión, el mantenimiento de las células epiteliales y la modulación inmunitaria. Sin embargo, la evidencia emergente ha destacado su importancia en la biología cardiovascular. El retinol y su metabolito activo, el ácido retinoico all-trans (ATRA), desempeñan un papel crítico en el desarrollo cardíaco embrionario temprano, la regeneración miocárdica y la preservación de la estructura y función del ventrículo izquierdo.
A pesar de la extensa investigación sobre los efectos cardiovasculares de estas vitaminas en humanos, son escasos los estudios similares en medicina veterinaria. En cardiología canina, por ejemplo, aún no se comprende por completo el impacto de los niveles de micronutrientes en el desarrollo, la progresión o el pronóstico de la miocardiopatía dilatada (MCD). Sin embargo, dadas las funciones biológicas conocidas de las vitaminas A, D, E y K en procesos como el metabolismo cardíaco, la modulación del estrés oxidativo, la homeostasis del calcio y la expresión génica es posible que desempeñen un papel importante en el mantenimiento de la salud miocárdica. Además, dado que la DCM puede verse influenciada por la susceptibilidad genética, así como por factores ambientales o nutricionales, es vital explorar estas relaciones para desarrollar una comprensión holística de la enfermedad y estrategias preventivas o terapéuticas eficaces. Una hipótesis probada por un nuevo estudio es que las concentraciones séricas de las vitaminas liposolubles retinol, colecalciferol, α-tocoferol y filoquinona difieren significativamente entre perros con DCM y controles sanos, lo que refleja su posible participación en la fisiopatología de la enfermedad. Por lo tanto, los científicos quisieron investigar las concentraciones séricas de cuatro vitaminas liposolubles en perros diagnosticados con miocardiopatía dilatada. Mediante la determinación de los valores hematológicos y bioquímicos de todos los animales y el examen de posibles deficiencias o alteraciones en los niveles de vitaminas, este estudio busca esclarecer las posibles asociaciones entre el estado de micronutrientes y la disfunción miocárdica.
Se incluyeron dieciséis perros de diversas razas, pesos, sexos y edades. Se seleccionaron seis perros con diagnóstico de miocardiopatía dilatada (DCM) y diez perros control clínicamente sanos mediante exámenes clínicos, ecocardiográficos, electrocardiográficos y radiográficos.
De los perros del grupo DCM, cuatro eran machos Golden Retriever, uno era una hembra Cocker Spaniel y uno era una hembra mestiza. El grupo sano incluyó tres hembras Cavalier King Charles, una hembra y un macho Maltese Terrier, una hembra Yorkshire Terrier, un macho Spitz, una hembra Golden Retriever, un macho y una hembra mestizos. El peso corporal medio fue de 26,33 ± 10,78 para el grupo DCM y de 10 ± 5,31 para el grupo sano. La edad media fue de 11 ± 1,41 para el grupo DCM y de 5,4 ± 2,1 para el grupo sano. El hemograma completo y los valores de la bioquímica sérica estaban dentro de los rangos de referencia para todos los perros.
La concentración plasmática media de retinol fue de 0,0285 ± 0,0018 μg/mL en el grupo con miocardiopatía dilatada (MCD) y de 0,0495 ± 0,0085 μg/mL en el grupo control. Las concentraciones medias de colecalciferol fueron, respectivamente, de 0,0739 ± 0,0010 μg/mL y 0,1045 ± 0,0062 μg/mL. Los niveles de retinol y colecalciferol fueron significativamente menores en el grupo con DCM que en el grupo control. Las concentraciones plasmáticas medias de α-tocoferol fueron de 0,3103 ± 0,0084 μg/mL y 0,4322 ± 0,235 μg/mL en los grupos DCM y control, respectivamente, y las concentraciones plasmáticas medias de filoquinona fueron de 0,0378 ± 0,0024 μg/mL y 0,0408 ± 0,0001 μg/mL, respectivamente. Sin embargo, no se observaron diferencias estadísticamente significativas entre los grupos para los niveles de α-tocoferol o filoquinona.
Así, estos resultados, indican, podrían sugerir que las alteraciones en el metabolismo de las vitaminas A y D podrían estar asociadas con el desarrollo de miocardiopatía dilatada idiopática en perros. Sin embargo, dado el tamaño limitado de la muestra, “estas observaciones deben interpretarse con cautela”. Los niveles séricos de α-tocoferol y filoquinona no mostraron diferencias significativas entre perros con miocardiopatía dilatada y perros sanos, lo que indica que “es improbable que estas vitaminas liposolubles sean las principales responsables de la patogénesis de la miocardiopatía dilatada en esta cohorte”.
En resumen, “con base en nuestros hallazgos, las alteraciones en el metabolismo de las vitaminas A y D podrían estar asociadas con el desarrollo de DCM idiopática en perros. No obstante, dado el tamaño limitado de la muestra, se necesita más investigación en poblaciones más grandes”.