La auscultación cardíaca es una parte rutinaria de los controles de salud de mascotas, aparentemente sanas, que puede resultar en el descubrimiento de un soplo cardíaco. El primer control veterinario en cachorros suele realizarse a las primeras semanas de edad, coincidiendo con la primera vacunación.
Un soplo cardíaco en un cachorro puede ser “inocente” o patológico; este último casi siempre está relacionado con una enfermedad cardíaca congénita. En este sentido, los soplos “inocentes” en los cachorros son comunes, a diferencia de los soplos patológicos.
Los soplos inocentes son siempre suaves y sistólicos. Tienen una duración corta y el punto de máxima intensidad está en la región de la base izquierda o, menos frecuentemente, en la región derecha del corazón (es decir, la válvula aórtica).
A menudo, los observadores experimentados o entrenados pueden diferenciar un soplo cardíaco patológico de un soplo cardíaco inocente en un cachorro, únicamente mediante la auscultación y basándose en las características del soplo. Sin embargo, esta diferenciación puede ser un desafío para los veterinarios generalistas, especialmente en cachorros con soplos sistólicos suaves.
De todas formas, esta diferenciación debe realizarse lo antes posible para establecer un pronóstico preciso y una intervención terapéutica oportuna para la mascota. Para dos de las tres cardiopatías congénitas más comunes (es decir, conducto arterioso permeable y estenosis pulmonar), se encuentran disponibles terapias intervencionistas mínimamente invasivas basadas en catéter.
Cuando la intervención se realiza en un perro asintomático (es decir, lo más joven posible), el pronóstico es más favorable que en los casos en los que la remodelación cardíaca está avanzada o los signos clínicos relacionados con el corazón ya están presentes.
En este marco, un estudio reciente realizado en los Países Bajos tuvo como objetivo investigar cómo los veterinarios manejan a los cachorros con un soplo cardíaco descubierto incidentalmente.
Para ello, los autores enviaron un cuestionario a consultorios veterinarios de los Países Bajos y Bélgica y analizaron un total de 452 respuestas. La encuesta constaba de 15 preguntas: preguntas abiertas cortas; preguntas de opción múltiple con una opción adicional de respuesta abierta; preguntas con una barra de desplazamiento que se puede configurar entre 0 y 100, indicando un porcentaje o un número; y preguntas en las que los encuestados podían indicar en qué medida estaban de acuerdo o en desacuerdo con una afirmación en una escala de 1 a 3 (de acuerdo, neutral y en desacuerdo).
Además, la mayoría de los encuestados trabajaba únicamente con animales de compañía (82 %). Los encuestados se clasificaron según sus años de experiencia como veterinario: 0 a 5 años (29 %), 6 a 15 años (38 %) y >15 años (33 %).
De los encuestados, al 88 % le resultaba fácil diagnosticar un soplo cardíaco en perros. El 9 % no lo encontraba ni difícil ni fácil, mientras que al 3 % le parecía difícil. Por el contrario, “sólo al 9 % le resultaba fácil diferenciar entre un soplo cardíaco inocente y patológico en un cachorro, mientras que el 69 % de los encuestados lo encontraba difícil y el 23 % respondió con neutralidad”.
De los encuestados, el 99 % afirmó documentar la presencia de un soplo en el expediente digital del consultorio (98 %), en el pasaporte (95 %) o en la cartilla de vacunación (82 %) del cachorro.
Por otro lado, sólo el 80 % de los encuestados recomendaría, en su caso, al criador de un cachorro con un fuerte soplo cardíaco, que realizara un examen adicional inmediato, mientras que el 17 % no recomienda más que esperar.
Del mismo modo, sólo el 83 % de los encuestados recomendaría al dueño de un cachorro recién comprado o adoptado con un fuerte soplo cardíaco detectado que realizara inmediatamente un examen adicional, normalmente una ecocardiografía. Al mismo tiempo, el 10 % de los encuestados recomendaría esperar en lugar de derivar.
Respecto al especialista objeto de la derivación, “sorprendentemente, sólo el 43 % de los encuestados derivan a un cardiólogo veterinario a un cachorro con un fuerte soplo cardíaco para un diagnóstico adicional”. Los demás encuestados comentaron que derivarían al cachorro a otros profesionales, como radiólogos veterinarios, o a otro consultorio donde se realizan ecografías, pero sin contar con especialista.
En cuanto a los años de experiencia de los profesionales, no parecen influir en la facilidad con la que los encuestados reconocen un soplo cardíaco en un perro. Sin embargo, “los encuestados con menos experiencia (<5 años) tienen más confianza en diferenciar los soplos cardíacos inocentes de los patológicos en cachorros que los encuestados con más experiencia (>15 años)”.
Ante estos hallazgos, los autores han explicado que “los veterinarios que participaron en nuestro estudio diagnostican soplos cardíacos en perros con facilidad”, pero “reconocen sus propias limitaciones a la hora de diferenciar un soplo inocente de un soplo cardíaco patológico en un cachorro, y son conscientes de la importancia de realizar diagnósticos adicionales en cachorros con un soplo cardíaco fuerte”.
A pesar de esta conciencia, “un 20 % de los encuestados recomienda no tomar medidas inmediatas al detectar un soplo patológico durante el control de salud inicial a las 6 semanas de edad”. Esto, alertan “es preocupante y exige medidas para cambiar las prácticas de estos veterinarios”.