Elementos tan significativos para el progreso y desarrollo de nuestra sociedad, como la salud animal, la salud humana o la alimentación segura, saludable y accesible conviven bajo un mismo paraguas: el del concepto de One Health. La clave de este término reside en un trabajo de estrecha colaboración científica de carácter multidisciplinar y transversal, en el que disciplinas como la parasitología veterinaria juegan un papel crítico.
Una de las grandes embajadoras en este campo de investigación es Rosario Panadero Fontán, Catedrática de Sanidad Animal e investigadora y docente en la Facultad de Veterinaria del Campus Terra de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Además, es coordinadora del grupo de referencia competitiva INVESAGA, “un grupo de investigación que desarrolla su actividad en el ámbito de la epidemiología, diagnóstico, prevención y control de las enfermedades infecciosas y parasitarias que afectan a los animales domésticos y silvestres”, tal y como explica la propia catedrática.
“El concepto One Health defiende que la salud de los humanos depende del buen estado de la salud de los animales y de los ecosistemas, ya que todos ellos están profundamente entrelazados. Por este motivo es necesaria la colaboración interdisciplinaria entre distintos profesionales, médicos, veterinarios, biólogos, ingenieros, etc. para proteger la salud global del planeta”, recalca Panadero para la USC.
Así, “el trabajo que estamos llevando a cabo contribuye a esa visión global mediante la prevención de zoonosis (enfermedades transmisibles entre animales y humanos), favoreciendo la salud de especies silvestres, como el corzo, que ayudan a mantener el equilibrio de los ecosistemas, y fomentando el uso responsable de antimicrobianos y antiparasitarios en los animales, reduciendo los problemas de resistencias y de liberación de residuos al medio”, añade.
Por otra parte, la catedrática recuerda que el cambio climático y el movimiento de humanos y animales está modificando la abundancia y la distribución temporal y espacial de ciertos artrópodos, como es el caso de las garrapatas, causando la aparición o reaparición de nuevas infecciones para humanos y animales en todo el mundo. “Por lo tanto, cualquier acción dirigida al control de estos vectores y de las enfermedades que transmiten debe realizarse mediante planes coordinados que integren a los vectores (garrapatas), huéspedes (animales y humanos) y las condiciones ambientales que determinan su distribución y abundancia”, destaca.
En este sentido, el cambio climático y la globalización están propiciando la aparición de enfermedades emergentes o reemergentes, creando grandes retos y oportunidades para la investigación en el campo de la sanidad animal, comenta la investigadora a todos aquellos que estén iniciando su carrera en esta disciplina.
Según la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OMSA), el 60% de los patógenos que causan enfermedades humanas tienen su origen en los animales domésticos o silvestres. La catedrática explica que, entre estos patógenos, se encuentran parásitos tan conocidos e importantes como Trichinella, Toxoplasma o Anisakis, que se transmiten a las personas mediante el consumo de alimentos (carne, verduras, pescado), y otros como Cryptosporidium, Giardia o las Amebas.
Asimismo, en los últimos años están tomando una gran relevancia las enfermedades transmitidas por picaduras de artrópodos como las garrapatas o mosquitos. “Estamos hablando de enfermedades de gran relevancia como la enfermedad de Lyme, fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, virus del Nilo Occidental, etc”, advierte la veterinaria.
En resumen, “la parasitología veterinaria no solo mejora la salud de los animales, sino que también contribuye a la salud humana y a garantizar alimentos seguros, saludables y accesibles para la sociedad”.
Panadero Fontán también ha ofrecido su experiencia en las miasis, que son enfermedades producidas por larvas de moscas que se alimentan de los tejidos de los animales produciendo grandes pérdidas económicas y un gran impacto en la salud y bienestar animal que, en casos graves, pueden provocar su muerte. “Las miasis también predisponen a los animales a otras enfermedades y, en algunos casos, pueden llegar a afectar a las personas que trabajan en contacto directo con los animales”, añade.
“Muchas miasis son cutáneas, en las que las moscas depositan los huevos en la piel de los animales, a menudo atraídas por la presencia de heridas. Pero en el caso de los éstridos de los rumiantes que nosotros estudiamos, las larvas se localizan en órganos internos como el esófago, cavidad nasal, faringe, estómago, etc., causando alteraciones muy importantes”, exclama.
Actualmente, gracias a programas de control basados en el uso de antiparasitarios, miasis como la hipodermosis o la oestrosis están bastante controladas en los rebaños de rumiantes domésticos. Pero, en rumiantes silvestres, ante la imposibilidad de llevar a cabo medidas de control, su incidencia está incrementándose de manera alarmante, comenta la profesional en señal de advertencia.
“En el caso de las miasis internas, las larvas solo se pueden observar tras la muerte del animal, mediante una necropsia que resulta muy laboriosa. Sin embargo, gracias al desarrollo de técnicas inmunológicas capaces de detectar la presencia de anticuerpos específicos, podemos saber si un animal estuvo en contacto con el parásito con solo analizar una muestra de sangre. Esto permite hacer un diagnóstico temprano y posibilita el tratamiento de los individuos que resulten positivos antes de que las larvas produzcan grandes daños”, comenta Panadero.
“La principal ventaja de la técnica que empleamos es que es multiespecie, de manera que con un mismo protocolo podemos detectar la presencia de anticuerpos en cualquier especie animal que pueda verse afectado por estos parásitos. Incluso la hemos empleado con éxito en la confirmación de varios casos de miasis en humanos”, agrega.
Además, en el caso de las miasis nasales (Cephenemyia y Oestrus), “estamos trabajando en un test de PCR a partir de hisopos nasales que supondrá una alternativa diagnóstica no invasiva muy prometedora”.
Ahora bien, ante la dificultad para emprender medidas de control efectivas en la fauna silvestre, la incidencia de ciertas miasis como la cefenemiosis está aumentando de manera preocupante. En este sentido, el desarrollo larvario de C. stimulator tiene lugar en la cavidad nasal y faríngea de los corzos, donde las larvas, impiden el paso del aire y dificultan la deglución del alimento. “La presencia de entre 30 y 80 larvas maduras puede ser suficiente para ocasionar la muerte del animal”, agrega la catedrática de Sanidad Animal.
Actualmente, en la provincia de Lugo, prácticamente todos los corzos adultos están parasitados, lo que formula la necesidad de buscar medidas de control alternativas al empleo de fármacos para evitar una regresión en las poblaciones de este ungulado. “Esto tendría un gran impacto negativo para los ecosistemas ya que el corzo sirve de alimento para otras especies, como el lobo”, comunica Panadero a modo de ejemplo.