El virus del herpes equino es una enfermedad contagiosa que afecta a los caballos. Aunque hay nueve cepas del virus, virus del herpes equino-1 (EHV-1) y virus del herpes equino-4 (EHV-4) se ven con mayor frecuencia que las demás cepas. Los caballos afectados pueden sufrir enfermedades respiratorias, neurológicas y aborto en yeguas preñadas. Los potros jóvenes son más susceptibles y pueden morir a causa de la infección.
El virus del herpes equino (EHV) se encuentra expandido por muchas partes del globo, y existen brotes se pueden ver en cualquier época del año. Dado que ciertas cepas del virus pueden causar enfermedades graves en caballos, un brote puede provocar que los establos afectados se pongan en cuarentena durante varias semanas para que los caballos no puedan viajar y controlar la expansión de la enfermedad.
El virus del herpes equino se puede transferir a través del aire de un caballo a otro hasta a distancias de 5 metros. El virus también puede transmitirse en la ropa y el equipo de trabajo de las personas que trabajan con caballos infectados.
Asimismo, el transporte de caballos también es un riesgo de transmisión de la enfermedad. Los camiones y los remolques en los que los caballos infectados han viajado pueden estar contaminados con el virus y transmitir con facilidad la enfermedad a otros animales. Por estas razones, el virus sigue siendo una preocupación importante para la industria equina, y los brotes recientes en eventos ecuestres internacionales resaltan la necesidad de mejorar la vigilancia durante las competiciones.
En este sentido, un trabajo internacional en el que ha participado Eduard José-Cunilleras, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha querido investigar la presencia de EHV-1 y -4 en espacios aéreos compartidos y superficies ambientales en contacto directo con caballos en eventos ecuestres internacionales; y evaluar el muestreo de aire como una alternativa de vigilancia a las pruebas individuales de caballos.
Se recogieron muestras de aire (37) y de superficie (205) de estabulaciones temporales en seis eventos en España y dos en Estados Unidos, en diferentes temporadas a lo largo de 10 meses. El ADN viral (copias genómicas) se midió y cuantificó mediante PCR cuantitativa y digital. Durante todos los eventos en España, se tomaron muestras del aire dos veces, al atardecer y por la noche.
El EHV-1 se detectó frecuentemente en el aire en 20/28 muestras en España, en las 3 muestras de Florida y en 3/6 muestras de Kentucky. Las muestras de superficie dieron positivo en un 15,6 % en España, un 26,3 % en Florida y un 0 % en Kentucky. El EHV-4 se encontró en muestras de aire a tasas de 12/28 en España, 5/6 en Kentucky y 0/3 en Florida, con una detección en superficie del 1,6 % en España y un 7 % en Kentucky.
Por otro lado, no se observaron diferencias significativas entre las cargas virales transmitidas por el aire diurnas (alta actividad) y nocturnas (baja actividad), lo que sugiere que el movimiento diurno de los caballos y las prácticas de manejo tuvieron un impacto mínimo en los niveles de detección en nuestro estudio.
Una correlación positiva y una concordancia moderada entre la positividad de la superficie y el aire para el EHV-1 enfatizaron el potencial del muestreo de aire como una herramienta de vigilancia no invasiva basada en cohortes.
No se utilizó el aislamiento del virus; solo se empleó la detección molecular, lo que limita las conclusiones sobre el riesgo de transmisión.
Estos hallazgos subrayan, indican los autores, la utilidad del muestreo de aire para la detección temprana del EHV-1 en reuniones masivas de animales; “aunque se necesita una mayor validación para vincular la detección genómica con la diseminación activa y la infectividad viral”.