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Una profesión que merece liderazgo, no inercia

Una profesión que merece liderazgo, no inercia

Juan Antonio Vicente Báez, presidente del Colegio de Veterinarios de Cáceres
Juan antonio vicente baez cáceres
Juan Antonio Vicente Báez, presidente del Colegio de Veterinarios de Cáceres.

Cada seis años, los Estatutos de la Organización Colegial Veterinaria Española nos brindan una oportunidad de enorme valor: elegir democráticamente a quienes van a asumir la dirección política y profesional de nuestra corporación. Una oportunidad para corregir rumbos  erráticos, revisar lo hecho, pero, sobre todo, para proyectar el futuro que merece la profesión  veterinaria en nuestra nación. 


Venimos de un mandato especialmente convulso. Uno de los más complejos y desdibujados  que se recuerdan en el seno del Consejo General. Un periodo marcado por la improvisación,  por la falta de estrategia definida y por una preocupante pérdida de representatividad ante las  instituciones públicas y ante la propia profesión. Se ha ido transitando por crisis sucesivas sin  objetivos claros, sin una hoja de ruta coherente, cediendo, a menudo, el liderazgo de la  profesión a entidades ajenas a la estructura colegial, que —con todo respeto— no pueden ni  deben pilotar el rumbo de la Veterinaria española. 


Durante esta legislatura, los problemas no se han afrontado desde la unidad, sino desde la  fragmentación. La respuesta a las crisis se ha apoyado en soluciones tácticas de corto  recorrido, algunas de ellas tan estrafalarias como poco realistas, sin un diagnóstico compartido  ni una visión de conjunto. Se ha debilitado la relación con el Gobierno, y con ella, nuestra  capacidad de interlocución. Y se ha dejado en manos de estructuras externas — confederaciones empresariales sin presencia profesional y federaciones sindicales con un enfoque muy parcial de la profesión— una responsabilidad que debía haber ejercido, sin  intermediarios, el Consejo General. 


El resultado está a la vista: una profesión herida, desmotivada y ausente del debate público. Una estructura que ya no lidera, sino que simplemente transita. Una organización colegial que  ha perdido protagonismo y cuya voz se ha diluido, justo cuando más falta hacía. Si bien hay  que resaltar que, ante esa ausencia de liderazgo los Colegios provinciales han sido, en su  mayoría, los que han mantenido el tipo con una hiperactividad digna de elogio. 


Y ahora, en este nuevo proceso electoral, se nos proponen dos únicas alternativas. Dos  candidaturas que han formado parte activa de esta última etapa. Una, desde el principio; otra,  incorporada en los últimos tiempos. Pero ambas, en mayor o menor medida, copartícipes de  lo que se ha hecho, o de lo que no se ha hecho. Es legítimo que aspiren a revertir la situación, pero también es imprescindible que reconozcan su responsabilidad. 


Porque dirigir una organización como la nuestra no es solo una cuestión de gestión. Es, ante  todo, una cuestión de visión, de liderazgo y de principios. Hay que tener claro hacia dónde  vamos, con quién queremos hacerlo y qué modelo de profesión defendemos. No basta con  gestionar el presente; hay que construir el futuro. 


La profesión veterinaria merece mucho más que demagogia. Merece un proyecto sensato, articulado desde el rigor y la participación. Merece representantes que escuchen, que construyan consensos y que pongan el bien común por encima de las afinidades personales o  los compromisos externos. Merece —en definitiva— una Organización Colegial fuerte,  cohesionada y legitimada para liderar. 


Hoy, en este momento clave, sólo me queda desear suerte al candidato que resulte elegido. La  va a necesitar. Porque el reto no es menor: hay que recuperar la confianza perdida, devolver la  ilusión a los colegiados y asumir, de una vez por todas, que esta profesión no puede permitirse  más tiempo sin dirección. 


Este proceso electoral puede marcar el fin de una etapa o el inicio de otra. Que lo sea de lo segundo dependerá de todos nosotros.

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