Las reacciones adversas a los alimentos (RAA) se definen como cualquier respuesta clínicamente anormal causada por la ingestión de un alimento o aditivo alimentario. Estas reacciones pueden clasificarse en alergias alimentarias inmunomediadas e intolerancias alimentarias no inmunológicas. La RAA es una afección común en perros, y estudios indican que es la causa subyacente de enfermedades cutáneas en hasta el 24 % de los perros afectados. De igual forma, las RAA son cada vez más prevalentes en humanos, lo que genera inquietudes significativas para la seguridad alimentaria. Sin embargo, medir la prevalencia real de las RAA sigue siendo un desafío, ya que muchos estudios se basan en datos autoinformados basados en percepciones de alergias alimentarias, a menudo sin el estándar de oro diagnóstico, la provocación alimentaria oral (POA). Si bien las alergias alimentarias son más comunes en niños (3,9-8 %) en comparación con los adultos (3,7 %), las intolerancias alimentarias y las reacciones a los aditivos alimentarios afectan a una población más amplia, con estimaciones de prevalencia que varían entre el 5 y el 20 %.
Los estudios epidemiológicos sugieren que los factores ambientales, como los cambios en el estilo de vida, la higiene (hipótesis de la higiene) y el momento y el método de exposición a los alimentos, pueden contribuir a la creciente prevalencia. Otros factores de riesgo incluyen afecciones coexistentes como la dermatitis atópica, la insuficiencia de vitamina D, el estrés oxidativo y los cambios en la ingesta de grasas en la dieta, en particular el desequilibrio entre los ácidos grasos poliinsaturados omega-6 y omega-3 (PUFA), que pueden exacerbar las respuestas inflamatorias. Los recientes cambios en la dieta en los países occidentales, caracterizados por un mayor consumo de aceites vegetales ricos en PUFA omega-6 y una menor ingesta de pescado azul rico en omega-3, pueden contribuir aún más a este aumento.
El impacto de los PUFA n-6 y n-3 dietéticos en las enfermedades alérgicas ha sido bien estudiado en humanos. Los PUFA n-3 de cadena larga, encontrados en el pescado azul, tienen efectos inmunomoduladores que pueden reducir el riesgo de alergia, mientras que los PUFA omega-6, como el ácido linoleico (LA) y el ácido araquidónico (AA), promueven eicosanoides proinflamatorios como PGE2, que aumentan la producción de IgE y contribuyen a las respuestas alérgicas. Una relación n - 6 / n - 3 alterada se considera un factor crítico en la modulación de las respuestas inmunes, con una ingesta excesiva de omega-6 relacionada con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades alérgicas. Por lo tanto, comprender el papel de los aceites ricos en PUFA n-6 en la dieta de perros con reacciones adversas a los alimentos podría proporcionar información valiosa sobre las posibles causas y las implicaciones clínicas de esta afección.
Si bien la prevalencia de RAA en perros varía ampliamente entre estudios, factores ambientales y diferencias en la metodología de investigación podrían contribuir a estas discrepancias. Aún no está claro si los aceites dietéticos ricos en PUFA n-6 influyen en el riesgo de desarrollar RAA en perros. El objetivo de un estudio realizado por la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Berna (Suiza) y la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas fue investigar la asociación entre la suplementación con aceite y reacciones adversas a los alimentos en perros, confirmando la hipótesis de que las dietas enriquecidas con aceite pueden contribuir al desarrollo de reacciones adversas a los alimentos en perros.
Se analizaron un total de 459 perros, siendo la dermatitis atópica (CAD) (22,66 %) y las reacciones adversas a los alimentos (8,06 %) los diagnósticos más comunes. Tras descartar causas parasitarias y microbianas, los perros con síntomas alérgicos recibieron una dieta casera de eliminación compuesta por una única fuente nueva de proteínas y carbohidratos, según el historial dietético del propietario. Los perros que mostraron mejoría con la dieta de eliminación se sometieron a una prueba de provocación. La recaída de los signos clínicos tras la reintroducción del alimento indicó una reacción alimentaria adversa.
La mayoría de los perros fueron alimentados con comida comercial para mascotas (59,69 %), mientras que el 31,37 % recibió una combinación de dietas comerciales y caseras, y el 8,93 % fueron alimentados exclusivamente con comida casera. De las dietas comerciales, el 91,24 % fueron dietas de mantenimiento y el 8,76 % fueron dietas de prescripción veterinaria.
Con respecto a la suplementación con aceite, el 14,16 % de los perros recibieron aceites vegetales (que no contienen ácidos grasos esenciales (AGE)) como suplemento, mientras que solo el 2,40 % recibió suplementos específicos basados en AGE. Entre los que recibieron suplementos de AGE, el 81,82 % comenzó la suplementación después de la aparición de los signos clínicos, lo que minimiza su relevancia en las asociaciones preclínicas. Por el contrario, el 90,77 % de los perros que recibieron aceites vegetales comenzaron la suplementación antes de la aparición de los signos clínicos, lo que sugiere una asociación temporal. El aceite más utilizado fue el aceite de oliva virgen extra (70,77 %), seguido del aceite de maíz (10,77 %), el aceite de semillas mixtas (10,77 %), el aceite de oliva (4,62 %) y el aceite de girasol (3,08 %).
Los perros con RAA, y RAA y CAD concurrentes, mostraron tasas de suplementación con aceite significativamente más altas en comparación con otras afecciones, pero no se encontró una asociación significativa entre el tipo de aceite y el diagnóstico. Asimismo, después de excluir a los perros suplementados con ácidos grasos esenciales y aquellos con dietas dermo prescritas, la suplementación con aceite fue aún más prevalente en perros con RAA en comparación con otras afecciones (29,31 %). Esta diferencia fue estadísticamente significativa.
A pesar de su carácter exploratorio, “este estudio ofrece información valiosa sobre la posible relación entre la suplementación con aceite vegetal y las reacciones adversas a los alimentos en perros”. Pero los autores consideran que es importante destacar que estos hallazgos solo establecen una asociación y no confirman una relación causal. Por lo tanto, los resultados deben interpretarse con cautela.
No obstante, las asociaciones observadas “subrayan la necesidad de realizar investigaciones más exhaustivas para aclarar el papel de los aceites vegetales y los ácidos grasos esenciales en el desarrollo o la exacerbación de la RAA”. Estudios futuros deberían centrarse en analizar la composición y la dosis específicas de los aceites, así como sus interacciones con otros componentes de la dieta. Dicha investigación “será crucial para confirmar o refutar estos hallazgos preliminares y ayudará a orientar las recomendaciones dietéticas para perros con afecciones dermatológicas”, concluyen.