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Alertan de que las diferencias culturares y sociodemográficas afectan al manejo de la epilepsia canina

Alertan de que las diferencias culturares y sociodemográficas afectan al manejo de la epilepsia canina

Una revisión ha expuesto que las diferencias culturales y las variables sociodemográficas afectan a la mortalidad y diagnóstico de la epilepsia canina
Perros (2)
Las diferencias regionales influyeron en la supervivencia de los perros con epilepsia.

La epilepsia es una afección neurológica común en los perros. Se define como una enfermedad que predispone al cerebro a generar convulsiones epilépticas. Sin embargo, las convulsiones no siempre son epilépticas y se caracterizan por ser un evento repentino, corto y transitorio. 

 

Cabe destacar que el proceso de diagnóstico, tratamiento y manejo de la epilepsia canina es difícil, ya que todas las observaciones y decisiones clínicas provienen de veterinarios y propietarios. Como resultado, muchas convulsiones pasan desapercibidas o se clasifican incorrectamente. 

 

La epilepsia canina afecta la calidad de vida de un perro y causa un estrés inmenso en el cuidador. En este sentido, los cuidadores informan restricciones en el estilo de vida por temor a que se produzcan convulsiones, o incluso la muerte espontánea, en su ausencia.

 

El Grupo de Trabajo Internacional sobre Epilepsia Veterinaria (IVETF) definió tres tipos de epilepsia: epilepsia idiopática (EI), epilepsia estructural (EtE) y epilepsia de causa desconocida (EUC). La EI no tiene una causa estructural, donde no se confirma ni sospecha ninguna patología cerebral y el inicio de las convulsiones ocurre entre los 6 meses y los 6 años de edad. Hay tres subclases: antecedentes genéticos comprobados, antecedentes genéticos sospechados y causa desconocida. La EtE es causada por una patología cerebral identificada, mientras que la EUC no tiene causa o clasificación conocida, no hay indicación de EtE y comienza antes de los 6 meses y después de los 6 años de edad. 

 

Diferencias culturares y sociodemográficas que afectan al manejo de la epilepsia canina

 

Las propuestas de consenso del IVETF tienen protocolos de diagnóstico estandarizados para la EI, que se clasifican a través de un sistema de niveles que proporciona un nivel de confianza en el diagnóstico: el nivel I implica al menos dos convulsiones no provocadas, con una evaluación diagnóstica de análisis de sangre, análisis de orina y exámenes físicos y neurológicos interictales sin complicaciones. El nivel II incluye, además del nivel I, análisis de ácidos biliares en ayunas y posprandiales sin complicaciones, imágenes por resonancia magnética (IRM) del cerebro y análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR). El nivel III agrega electroencefalografía (EEG) para confirmar la actividad convulsiva.

 

Con el diagnóstico de la epilepsia, las estimaciones de prevalencia de la epilepsia canina a nivel mundial permiten la identificación preliminar de características sociodemográficas, como la ubicación geográfica, la cultura o el nivel socioeconómico. Estas características influyen en el riesgo de epilepsia en las poblaciones humanas, pero se desconoce su impacto en las poblaciones caninas. 

 

En este contexto, una revisión narrativa realizada en Canadá ha buscado describir la prevalencia de la epilepsia/convulsiones caninas en las poblaciones de atención primaria y las diferencias en la carga de la enfermedad por geografía, cultura y nivel socioeconómico. Esta revisión proporciona además información sobre el estado de los protocolos de epilepsia canina en los distintos países y cómo se utilizan las propuestas de consenso de IVETF en los establecimientos de atención primaria y de referencia.

 

De los 21 artículos encontrados, solo siete cumplieron los criterios de inclusión. Tres de atención primaria, tres de derivación y uno de tipo poblacional mixto. El término “mixto” se aplicó a una población de animales asegurados que incluía perros tanto en prácticas de atención primaria como de derivación. Todos los artículos procedían del Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Japón y Suecia.

 

El estándar para el diagnóstico de epilepsia difirió entre las poblaciones de atención primaria y de referencia. Por ejemplo, para el 70 % de los perros del Reino Unido que estaban bajo atención primaria, recibir un esfuerzo de diagnóstico de Nivel I de IVETF o superior no estaba garantizado. En el caso de los protocolos de epilepsia en poblaciones de referencia, el 60 % de los perros alemanes recibieron un diagnóstico clínico, pero los casos epilépticos graves, como el estado epiléptico, tenían más probabilidades de recibir un trabajo de diagnóstico avanzado.

 

Papel del estatus socioeconómico

 

Los autores también exploraron si el estatus socioeconómico impactó en la calidad del tratamiento recibido. En este punto, identificaron que los animales asegurados tenían 1,50 veces más probabilidades de recibir una evaluación diagnóstica de nivel I o superior, así que el estado del seguro influye en gran medida en el resultado clínico de los animales en estos entornos. “Tener un seguro para mascotas mitiga las limitaciones financieras tanto para los propietarios como para las clínicas de atención primaria, permitiendo el acceso a atención médica más avanzada”, comentaron.

 

En las poblaciones de referencia, el estatus socioeconómico del propietario fue, por tanto, lo más importante, ya que a menudo estas prácticas especializadas son más caras. Así, los propietarios de un estatus socioeconómico más bajo pueden tener menos incentivos para continuar con la atención especializada debido a limitaciones financieras.

 

Observaron diferencias culturales

 

Los autores de la revisión observaron diferencias culturales en las preferencias de raza, los enfoques de tratamiento y el seguro de salud para mascotas. Por ejemplo, descubrieron que los perros epilépticos en Japón tenían una esperanza de vida media de 13,0 años, en comparación con los 7,6 y 7,0 años en Dinamarca. Los investigadores han sugerido que las esperanzas de vida más largas y las tasas de supervivencia más altas se debían a la considerable población de razas pequeñas de Japón, así como a la falta de eutanasia, ya que la “eutanasia se considera negativamente en esta cultura”.

 

Con diferentes culturas existe distinta popularidad de las razas y su propósito (para trabajo o compañía), factores que afectaron el resultado del tratamiento. Por ejemplo, las razas de trabajo tenían una esperanza de vida más corta debido a una mayor probabilidad de eutanasia, mientras que las razas mantenidas como compañía tendían a recibir tratamiento para la epilepsia y vivir más tiempo. Esta distinción “podría deberse a las diferencias en los requisitos de los dueños para sus animales y su propio estado socioeconómico”.

 

Igualmente, las diferencias regionales también influyeron en la supervivencia de los perros con epilepsia. Los autores encontraron que el lugar donde residía el perro y su propósito influían fuertemente en la evaluación de la epilepsia. Por ejemplo, en regiones donde había menos clínicas y servicios especializados con mayores distancias entre ellos, los perros epilépticos experimentaron un riesgo de muerte 22 % mayor, lo que afectó la tasa de diagnóstico de epilepsia y los cálculos de prevalencia.

 

En resumen, esta revisión encontró que “hay pocos estudios que han intentado estimar la verdadera población general de perros epilépticos, que las diferencias en las normas culturales impactan las decisiones de tratamiento, que las variables sociodemográficas (como la ubicación) impactan la accesibilidad a la atención veterinaria, afectando así la mortalidad y las tasas de diagnóstico y, por último, que ha habido inconsistencia en la aplicación de estándares para el diagnóstico de la epilepsia en los entornos de atención veterinaria”.

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