La ansiedad se define como un estado emocional negativo caracterizado por la anticipación de una amenaza, peligro o daño al animal. Es, por tanto, una respuesta adaptativa a una situación percibida como perjudicial por el animal, que en algunos casos puede llegar a ser excesiva y desproporcionada, dando lugar a resultados desadaptativos. Es un estado desagradable e indeseable para el animal, que buscará reducir o eliminar esta condición emocional y desarrollar conductas anticipatorias para prepararse ante posibles eventos. Entre los diversos tipos de ansiedad canina, entre los que se incluyen la ansiedad generalizada, la agresión y los trastornos compulsivos, la ansiedad por separación es la más común, con una prevalencia estimada del 14-20 %. Los tres signos clásicamente asociados a la ansiedad por separación en perros son la vocalización excesiva (ladridos, lloriqueos o aullidos), la conducta destructiva (masticar, arañar o cavar, a menudo cerca de los puntos de salida) y la eliminación inapropiada (orinar o defecar en el interior de la casa), siempre en ausencia del dueño. Otros signos de ansiedad por separación incluyen salivación excesiva, aumento de la actividad motora, caminar de un lado a otro continuamente, jadeo persistente, agresión cuando el dueño se va, comportamientos estereotipados, vómitos o anorexia. Además, cuando el dueño regresa, un perro que sufre de ansiedad por separación exhibe comportamientos característicos, incluyendo un saludo excesivamente entusiasta, contacto físico continuo o demandas persistentes de caricias y atención. Como consecuencia, hay un deterioro significativo en el bienestar animal, un debilitamiento del vínculo mascota-dueño y, en muchos casos, resultando en la reubicación o incluso el abandono de los animales afectados.
El tratamiento de la ansiedad por separación es generalmente complejo y prolongado, ya que implica la educación del dueño, modificaciones ambientales y terapia conductual para el animal. En este contexto, el vínculo emocional entre el animal y su dueño se convierte en un factor clave. Además, el entorno emocional creado por las personas con las que vive el perro es percibido por el animal y, en ocasiones, puede tener una influencia significativa en su comportamiento. Se ha informado que los rasgos de personalidad de los dueños se han correlacionado significativamente con los de sus perros en el marco del Modelo de Cinco Factores (FFM). Esta asociación puede provenir de un entorno social y actividades compartidas, lo que facilita el contagio emocional, o de un proceso de selección en el que los dueños eligen perros que se alinean con su personalidad y estilo de vida. El neuroticismo es una de las cinco dimensiones principales en el FFM de la personalidad y se asocia con una mayor sensibilidad al estrés y un umbral más bajo para la reactividad emocional. Se define como un rasgo fundamental de la personalidad caracterizado por una tendencia a experimentar emociones negativas como ansiedad, depresión, dudas sobre uno mismo e inestabilidad emocional. La asociación entre el neuroticismo del dueño y el comportamiento canino se ha documentado previamente, lo que indica que los perros que muestran agresividad hacia los humanos tienden a ser menos sociables y, a menudo, sus dueños presentan menor estabilidad emocional, mayor desapego y menor tendencia a la búsqueda de apego, en comparación con los dueños de perros no agresivos. Se ha demostrado que esta interacción emocional afecta los resultados del tratamiento de la ansiedad canina y, en algunos casos, puede estar asociada al uso de psicofármacos para su manejo.
La ansiedad desadaptativa altera los mecanismos neuroquímicos que regulan las respuestas de un animal, lo que justifica el uso de fármacos específicos para restaurar la química cerebral normal. Esto resulta en mayores niveles plasmáticos de dopamina y serotonina, que son los objetivos principales de la mayoría de los tratamientos farmacológicos para la ansiedad. El enfoque farmacológico para la ansiedad incluye el uso de antidepresivos, como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, antagonistas de la serotonina, antidepresivos tricíclicos e inhibidores de la monoaminooxidasa; y ansiolíticos, incluyendo benzodiazepinas y azapironas, ya sea como monoterapia o en combinación.
Sin embargo, estos fármacos exhiben tasas de éxito altamente variables, requieren ajustes de dosis individualizados y están asociados con efectos indeseables como sedación y complicaciones cardíacas. Además, pueden conducir a la tolerancia y, en algunos casos, exacerbar los síntomas de ansiedad. En el desarrollo de nuevas terapias para la ansiedad, se ha demostrado que los psicodélicos son útiles no solo en humanos sino también en el contexto de la ansiedad canina. El mecanismo subyacente a este efecto implica la modulación de los niveles de serotonina.
Los psicodélicos clásicos, como el ácido lisérgico (LSD), ejercen su acción a través de la modulación de los receptores serotoninérgicos, principalmente el receptor 5-HT2A. Se ha demostrado que estos compuestos son seguros en términos de dosis, no adictivos y libres de efectos adversos fisiopatológicos graves. Sin embargo, su uso sigue estando prohibido a pesar de la evidencia histórica que respalda su eficacia en el tratamiento de varios trastornos mentales.
Un estudio realizado por Elisa Hernández-Álvarez, Jaime Rojas Hernández y Lucas F. Borkel, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Domingo J. Quintana Hernández, Tobías Fernández-Borkel y Luis Alberto Henríquez Hernández, de la Asociación Científica Psicodélica de Arucas, tuvo como objetivo evaluar los posibles efectos ansiolíticos de dosis bajas de dietilamida del ácido 1-ciclopropionil-d-lisérgico (1cp-LSD), un análogo legal del LSD, en una cohorte de perros diagnosticados con ansiedad por separación, siguiendo un protocolo de tratamiento estructurado. Así, plantearon la hipótesis de que la administración de 1cp-LSD en dosis bajas dará como resultado una reducción en la ansiedad canina, moderada por los rasgos psicopatológicos del propietario.
Siete perros que presentaban comportamientos relacionados con la ansiedad fueron reclutados y recibieron 2,5, 5 o 10 µg de 1cp-LSD por vía oral cada tres días durante 30 días. Un perro adicional, que no cumplía los criterios clínicos de ansiedad, pero cuyo dueño lo percibía como ansioso, recibió un placebo (sacarina) como caso observacional. Los niveles de ansiedad se evaluaron utilizando escalas al inicio, después del tratamiento y un mes después de la interrupción del tratamiento. El neuroticismo y las dimensiones psicopatológicas de los dueños se evaluaron igualmente. Los análisis examinaron las asociaciones entre la reducción de la ansiedad, la dosis administrada y los rasgos psicológicos del dueño. Se observó una reducción significativa en las puntuaciones de ansiedad por separación después del tratamiento. Las dosis más altas de 1cp-LSD se correlacionaron con una mayor reducción de la ansiedad.
Además, las puntuaciones más altas de psicoticismo del propietario se asociaron con mejoras más pequeñas en la ansiedad canina. Los niveles de ansiedad se mantuvieron bajos un mes después del tratamiento, con asociaciones significativas entre la ansiedad canina y la hostilidad, la sensibilidad interpersonal y la ideación paranoide de los propietarios.
“Los hallazgos actuales demostraron que la administración de una dosis baja de 1cp-LSD, administrado una vez cada tres días durante un mes, condujo a una reducción en las puntuaciones de ansiedad en una cohorte de perros que exhibían este trastorno del comportamiento”, añadieron.
Estos hallazgos, indican, respaldan el papel potencial de los psicodélicos serotoninérgicos de dosis baja en el manejo de la ansiedad canina y sugieren una asociación entre los rasgos psicológicos del cuidador y los resultados del tratamiento. La reducción sostenida en los comportamientos de ansiedad también “sugiere una mejora significativa y duradera en el bienestar animal”. Sin embargo, “los resultados significativos deben interpretarse con cautela debido al pequeño tamaño de la muestra”. Por ello, indican que se necesitan más estudios ciegos y controlados para validar estas observaciones preliminares y evaluar aplicaciones más amplias en la medicina conductual veterinaria.