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A veces, lo mejor que puede hacer un responsable público por un sector es marcharse

A veces, lo mejor que puede hacer un responsable público por un sector es marcharse

Sebastià Rotger, presidente de la Confederación Empresarial Veterinaria Española (CEVE)
Sebastia rotger presidente ceve
Sebastià Rotger, presidente de la Confederación Empresarial Veterinaria Española (CEVE).

La destitución de Valentín Almansa de Lara como Director General de Sanidad de la Producción Agraria ha supuesto, para quienes llevamos años defendiendo la sanidad veterinaria desde la clínica, una noticia tan esperada como necesaria. En lo que a mí respecta —como presidente de CEVE, pero también como empresario del sector clínico y ciudadano— su cese no deja ninguna duda: era urgente, inevitable y profundamente revelador.

 

Durante demasiado tiempo, Almansa ha sostenido una gestión basada en el menosprecio a una parte esencial del sistema sanitario: la veterinaria clínica. Su visión de la sanidad animal, limitada a la lógica de la producción ganadera, ha ignorado de forma sistemática la realidad de los centros sanitarios veterinarios, a los que nunca reconoció como lo que son: estructuras sanitarias que atienden millones de animales de compañía con criterios técnicos, éticos y asistenciales.

 

El diálogo nunca fue su fuerte. Ni siquiera su débil. Su actitud hacia nuestra confederación ha sido de una hostilidad constante, particularmente grave en el caso de la anterior presidenta de CEVE, Delia Saleno, cuya interlocución —siempre institucional, firme y constructiva— fue respondida con desdén y un muro de silencio. Su negativa a recibirnos, escucharnos o siquiera considerar nuestras propuestas se convirtió en una constante, hasta el punto de que fue declarado persona non grata por el Comité de Crisis Veterinario del que CEVE forma parte. No fue una decisión simbólica. Fue una expresión de hartazgo por parte de un sector que lleva años siendo ninguneado.

 

El alivio que sentimos hoy es genuino. No tanto por lo que llega, sino por lo que, al fin, se marcha. No sabemos cuál será su próximo destino, pero desde aquí solo puedo pedir clemencia para quienes lo reciban. Hay funcionarios que, más que cesados, deberían ser reciclados en otra lógica. O en otra época.

 

Dicho esto, el nuevo nombramiento no despierta entusiasmo. Emilio Luis García Muro no es un desconocido para quienes llevamos años reclamando la modernización del marco regulatorio del sector. Formó parte del equipo anterior y su papel en el mantenimiento del status quo regulatorio es perfectamente reconocible. Por eso, le debo —y me permito darle— 30 días de beneficio de la duda. No más. Porque el sector en general y los veterinarios clínicos en particular ya han sido pacientes durante demasiado tiempo con quienes siguen tratándolos como ganaderos de consulta.

 

La sanidad animal del animal de compañía no es una explotación ganadera. Es una responsabilidad sanitaria. Y ya va siendo hora de que el Ministerio de Agricultura lo entienda.

 

Personalmente, seguiré defendiendo lo que considero justo y necesario: la derogación del Real Decreto 666/2023 y la salida urgente de los servicios sanitarios veterinarios del ámbito de la producción agraria. No es una cuestión técnica. Es una cuestión de sentido común. Los centros sanitarios veterinarios no son granjas ni una furgoneta que va de explotación en explotación ganadera. Ni física, ni jurídica, ni sanitariamente. No tiene lógica —ni legitimidad— regularlas con normas pensadas para la producción intensiva.

 

Desde esta convicción, seguiré defendiendo un nuevo marco regulatorio: uno que respete su función, sus obligaciones y su naturaleza sanitaria. Un marco que deje de ignorar que los veterinarios clínicos son parte esencial del sistema de salud pública, aunque sigan siendo tratados como un apéndice incómodo del modelo agroindustrial.

 

Y no puedo cerrar esta reflexión sin mencionar al ministro Luis Planas, cuya sistemática indiferencia hacia las demandas del sector clínico ha alcanzado cotas difícilmente justificables. Su agenda parece impermeable a nuestras reivindicaciones, a pesar de que afectan a millones de familias, a millones de animales y a miles de profesionales que ejercen su labor con rigor, formación y compromiso. Es un misterio que un ministro tan elocuente cuando habla del campo sea tan esquivo cuando se le menciona la sanidad del perro o del gato.

 

El cese de Almansa no es una victoria, pero sí un punto de inflexión. Marca el fin de una etapa oscura, marcada por la soberbia administrativa y el desprecio político. Ahora se abre una posibilidad —ni grande ni garantizada, pero real— de que las cosas cambien.

 

No confío por sistema, pero no renuncio a la posibilidad de que el nuevo director quiera escuchar, comprender y corregir. Esa será su decisión. La nuestra, al menos la mía, ya está tomada: seguiremos denunciando lo que no funciona y defendiendo lo que merecemos. Sin pedir permiso ni esperar favores.

 

Porque a veces, lo mejor que puede hacer un responsable público por un sector es marcharse. Pero lo que de verdad necesitamos es que el siguiente no venga a quedarse en el mismo sitio.
 

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