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Ola de solidaridad para alimentar y proteger a los animales salvajes afectados por los incendios de El Bierzo

Ola de solidaridad para alimentar y proteger a los animales salvajes afectados por los incendios de El Bierzo

Decenas de voluntarios decidieron dar un paso adelante para alimentar y cuidar a los animales salvajes que habían sobrevivido
El monte recuperándose tras el incendio
Los incendios en El Bierzo han arrasado con toda la vegetación y dejando sin comida y atrapados a muchos animales.

El verano de 2025 será recordado como uno de los más duros en la historia reciente del noroeste peninsular. Galicia, León, Zamora y Ourense sufrieron una ola de incendios sin precedentes, con cientos de miles de hectáreas arrasadas en España y un impacto devastador en la biodiversidad. En El Bierzo y Valdeorras, la tragedia alcanzó símbolos tan valiosos como Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad, que perdió alrededor de 2.000 hectáreas en un fuego que permaneció activo durante cinco días.

En medio de las cenizas surgió la solidaridad. Decenas de voluntarios decidieron dar un paso adelante para alimentar y cuidar a los animales salvajes que habían sobrevivido. La organización comenzó de manera casi improvisada: un grupo de WhatsApp, creado inicialmente para veterinarios, empezó a crecer sin freno. Poco a poco se unieron vecinos, agricultores y ganaderos, estudiantes, transportistas y personas de todas las profesiones. Lo que empezó como una herramienta para coordinar atenciones veterinarias se convirtió en una red ciudadana que aún hoy, semanas después, continúa activa.

El punto de encuentro fue una nave cedida por Dani en Parandones, cerca de Ponferrada. Allí llegaban las donaciones, se almacenaban las frutas, verduras y piensos recomendados para fauna salvaje y se organizaban las rutas. Desde el 18 de agosto, cada mañana los voluntarios se organizaban para cargar los vehículos, planificar los recorridos y repartir agua y comida en los montes arrasados. Según cuentan los voluntarios en declaraciones a Diario Veterinario, "no existía ningún apoyo institucional: toda la ayuda llegó de manos anónimas, de vecinos que llevaban lo que tenían. Más tarde, la asociación protectora de animales de Fabero, "APA. Pegasos", ofreció su cuenta bancaria para canalizar donaciones económicas desde fuera del Bierzo, pero durante las primeras semanas todo dependió del esfuerzo personal. Gasolina, ropa, comida y hasta material sanitario fueron costeados directamente por los voluntarios".

 

El fuego arrasó con todo lo que encontró

El fuego arrasó con todo lo que encontró.

 

Proteger a los animales salvajes afectados por los incendios


Entre ellos estaba Alba, estudiante de Ingeniería de Montes en Ponferrada, que confiesa que "no podía quedarme de brazos cruzados viendo cómo el fuego arrasaba mi tierra". Los chicos “Turisteando Bierzo”, un medio local dedicado a la promoción del turismo en la región,  aprovecharon su canal de Instagram y Facebook para difundir lo que sucedía y sumar apoyos. Talía, llegada desde Ávila, encontró en el voluntariado un modo de devolver el amor a una tierra que consideraba parte de sí. Charo, miembro de los cuerpos de seguridad del Estado, veía en esta colaboración un acto de amor por su comarca. Sergio, brigadista, no dudó en seguir en el monte después de combatir el fuego, esta vez con la misión de salvar vidas animales. 

La ayuda traspasó fronteras. Gastón, argentino residente en Valencia, viajó con un camión cargado de suministros gracias a la solidaridad de sus vecinos levantinos. Toño, también desde Valencia, había estado en emergencias anteriores como la COVID-19 o la DANA de 2024, y volvió a dar un paso adelante para su tierra. En las aldeas cercanas al Camino de Santiago, como en Valdemanzanas, Raquel se movilizó cuando vio que su pueblo quedaba desprotegido. Juan, veterinario, puso sus conocimientos al servicio de los animales, mientras que Otxo, activista en Valdeorras, recordaba que los animales salvajes suelen ser los últimos en recibir ayuda, y por eso decidió actuar.

 

El monte arrasado por el fuego

El monte arrasado por el fuego.


Los voluntarios relatan que el primer día en el monte fue una experiencia inolvidable. El paisaje fantasma de troncos humeantes, el silencio sepulcral sin pájaros y la negrura de las laderas les marcaron profundamente. “Era como caminar en otro planeta”, recuerda Talía. Sin embargo, también hubo momentos de esperanza: brotes verdes emergiendo entre la ceniza, huellas de animales alrededor de los cuencos de agua, un erizo bebiendo, un ciervo acercándose a beber en calma. Para algunos, como Juan, atender a una cría de buitre desorientada fue símbolo de que su esfuerzo tenía sentido.

 

Huella animales

Huellas de oso encontradas.
 

La rutina se repitió día tras día. Coordinación por WhatsApp, reparto de turnos, logística en la nave de Parandones y salidas al monte cargados de pienso, fruta y agua, todo aquello que iba llegando a la nave cedida para la ocasión. Lo hacían sin esperar nada a cambio, conscientes de que su labor era un puente entre la tragedia y la regeneración. Toño reconoce que "coordinar a tanta gente en los grupos no siempre era fácil, pero la unión demostrada fue un ejemplo de lo mejor de la sociedad".

 

Uno de los excrementos de animales encontrados

Uno de los excrementos de animales encontrados.

 

Evitar acostumbrar a los animales salvajes
 

Cada voluntario guarda en su memoria un instante imborrable: los corzos con sus crías, los zorros acercándose a los bebederos improvisados, los pequeños roedores mordisqueando fruta. También guardaban la impotencia de ver miles de hectáreas muertas y la frustración de sentir que la ayuda oficial nunca llegaba. “Luchábamos contra un abandono de años”, resume Sergio.


Tras las primeras actuaciones, llevadas a cabo durante los primeros días posteriores al incendio, la labor llegaba a su fin. “Siguiendo las recomendaciones técnicas aportadas por diversas instituciones, comenzamos a dejar de llevar alimentos a los animales”, explica Juan. La naturaleza tiene que seguir su curso, los brotes verdes crecer, y los animales que haya sobrevivido deben desplazarse a zonas donde haya mayor abundancia de alimentos, “para no acostumbrarse a ser alimentados por el hombre”.


A pesar del dolor y de la carga personal que supuso costear con su propio bolsillo cada desplazamiento, la unión ha salvado vidas. Los testimonios coinciden en un mensaje claro: "en las horas más oscuras, la solidaridad ciudadana se convirtió en la única respuesta. El verano de 2025 recuerda que sin bosques no hay futuro. Conservar la biodiversidad no es solo proteger a los animales, sino garantizar el equilibrio de nuestra tierra, nuestra memoria y nuestra vida. Los montes del Bierzo y Valdeorras volverán a ser verdes si mantenemos la empatía y la unión que estas personas nos han enseñado”, declaran los voluntarios.

 

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