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Los tres retos reales del One health y el veterinario de explotación

Los tres retos reales del One health y el veterinario de explotación

Gonzalo Moreno del Val, vicepresidente del Consejo General de Colegios Veterinarios de España
Gonzalo moreno del val
Gonzalo Moreno del Val, vicepresidente del Consejo General de Colegios Veterinarios de España.

Dijo Louis Pasteur hace más de 200 años: “La medicina cura al hombre, la medicina veterinaria cura a la humanidad”. El célebre químico francés no pronunció tal sentencia con ánimo de resituar a una profesión sanitaria por encima de otra, lo hizo para poner el acento en un primer y por entonces embrionario concepto de salud pública. Fue padre de la microbiología y junto a Edward Jenner, pasó a la historia por desarrollar las vacunas. Más allá de la pasteurización --que tanto sirvió al fin de la seguridad alimentaria de la leche y todos los lácteos, pero también del vino o la cerveza-- su clarificadora visión al respecto de cómo activar el sistema inmune acabó por tender puentes entre la salud de los animales y la de las personas. Pasteur, con esa perspectiva tan adelantada e integradora, seguramente salvó a tantos millones de personas como de animales de compañía y/o cabezas de ganado. 

 

En la España del siglo XXI, nuestra clase política comienza a asumir en su discurso, al menos sobre el papel, esa evidencia científica evocada por Pasteur. El francés ya entendía entonces a la medicina como una sola, sin limitaciones, sin especialidades o títulos que la restrinjan.  Dos siglos después, aquel concepto primigenio de salud pública lo hemos enriquecido con el anglicismo One health, al que se le atribuye un carácter más vanguardista, seguro que también más cool. Y ciertamente, esta perspectiva no añade nada esencialmente nuevo, más bien pone el acento sobre un nexo que, eso sí, conviene tener muy presente: el medio, el entorno natural es el que une, el que interrelaciona y tantas veces contribuye a entender la salud de las personas y su cada vez más estrecha relación con la de los animales.  

 

Veterinaria urbanita 

 

La Veterinaria, mientras tanto y durante las últimas décadas, ha ganado peso e influencia en las urbes. El auge de los animales de compañía como fenómeno ciertamente social ha relanzado con renovado protagonismo a esta profesión entre quienes más lejos viven y menos conocen al sector primario.  

 

El reverso de esta misma moneda es que la percepción sobre la labor de estos profesionales se ha encasillado en este terreno. Pocos son los ciudadanos de a pie que se hacen cargo del decisivo papel que ya describió Pasteur en el que somos y estamos llamados a ser protagonistas.  

 

1 pasteur

 

Banalización 

 

La banalización de esta profesión, lamento insistir, ha calado en nuestra sociedad.  Y a tal trivialización ha contribuido la clase política. Los esfuerzos sostenidos de nuestros legisladores por vaciar de contenido veterinario al Ministerio de Sanidad han socavado mucho más la dimensión de salud pública de esta profesión. En los últimos años el interés del Ejecutivo en materia veterinaria se ha volcado en regular sobre la sensibilidad, incluso sobre los derechos de los animales, antes que sobre su salud. Y no me parece mal, pero eso tampoco ayuda a dimensionar nuestra profesión.   

 

Solo de esta forma puede entenderse que agresiones regulatorias a la salud de nuestros animales, y por tanto a la salud pública, como la normativa vigente de los medicamentos veterinarios, o la del veterinario de granja o explotación -primero obligatorio y tras las movilizaciones de los ganaderos de 2024, ahora voluntario- pasen totalmente desapercibidas para el público general.  Cuando nos manifestemos el día 7 de mayo frente al Congreso de los Diputados deberíamos tener presente, con idéntico pesar, tanto un agravio como otro.  

 

Todos los desequilibrios afectan 

 

Resulta pues fundamental insistir en aquello que ya conocían en la época de nuestros tatarabuelos, aquello que ya sugirió Pasteur: que cualquier desequilibrio en la salud de los animales acabará afectando a la salud de las personas. Es imperativo, incluso, levantar la voz para advertir que el renovado concepto One health va mucho más allá de la preocupación y la prevención frente a las zoonosis o enfermedades animales transmisibles de manera directa a las personas. No, la salud pública moderna debe abarcar sin cortapisas toda la salud animal, porque los patógenos -sean zoonóticos o no- se hayan en un entorno cada vez más compartido y a medio o largo plazo, lo que hoy es una enfermedad ganadera, mañana puede ser una hambruna, una amenaza de desabastecimiento alimentario o incluso una enfermedad emergente o reemergente. 

 

Que se lo pregunten si no a los norteamericanos que con la gravísima epidemia de gripe aviar, que hoy en día no es transmisible entre personas, han llegado a pagar la docena de huevos a más de ocho dólares. Allí se ha hablado durante meses de ‘ovoflación’ pero tal debate se ha simultaneado -de forma más discreta, claro- con los peores datos de dengue en EE. UU. de las últimas décadas. Pero ¿puede tener algo que ver el dengue con la gripe aviar? No puede descartarse. Me explico. El virus de las aves surgió en 2021 pero hasta fechas mucho más recientes no afectó de manera directa a las personas, con los primeros contagios de trabajadores especialmente expuestos. La consecuencia primera de todo esto fue que la enfermedad estrictamente aviar fue desatendida y que seguramente por ello acabó por matar a más de 300 millones de aves en todo el mundo, con pérdidas directas en el sector de más de 1.500 millones de euros. Bajo la perspectiva One health, un desequilibrio de tal magnitud en la naturaleza y en su biodiversidad acaba por afectar de alguna forma a la salud de las personas.  

 

6 huevos

 

Y no pensemos solo en las posibles mutaciones del virus para adaptarse a los humanos y hacerse zoonótico, que también. Hubiera convenido ampliar esa visión tan restringida y antropocéntrica y haber valorado antes las consecuencias sobre la salud animal, en el sentido amplio que correspondía. De haber sido así, dengue y gripe aviar igual podrían haberse conectado. Porque uno podría haber previsto, haberse anticipado e intuido fácilmente que la desaparición de tantos miles de aves insectívoras podría tener consecuencias sobre el aumento de población del animal más mortífero para las personas: los mosquitos que, entre otras muchas enfermedades, portan también el dengue.  

 

En resumen, un patógeno que solo afectaba a los animales y no se transmitía a las personas, también podría acabar amenazando a la salud humana doblemente: como posible pandemia y porque podría favorecer el resurgir de una enfermedad exótica humana como el citado dengue.  

 

¿Pero y si, además, enfermedades animales no zoonóticas pudieran favorecer la aparición de enfermedades zoonóticas tan graves como el ébola o el COVID? …Pues borren los interrogantes del planteamiento porque esto es estrictamente también así y hay literatura científica al respecto. En 2019 China sufría una gravísima epidemia de peste porcina africana (PPA), una enfermedad animal no transmisible a las personas, pero con una elevada mortalidad para los cerdos y un enorme impacto socioeconómico. En el gigante asiático, el cerdo ha sido tradicionalmente la fuente de proteína animal más importante y popular. De hecho, solo China supone el 20% del consumo mundial de esta carne. Los problemas de PPA de aquel año causaron la pérdida de casi 120 millones de cerdos en el país y encarecieron su carne más de un 40%. La cadena de sucesos era igualmente previsible bajo una perspectiva One health: hubo hambrunas en las zonas más rurales y en la población más vulnerable; aquello forzó a muchos a buscar alternativas en la caza silvestre, cobraron entonces nueva vida los llamados ‘mercados húmedos’, y es aquí donde empezaremos seguramente a visualizar el origen en Wuhan del COVID.  

 

Covid coronavirus

 

Tres objetivos 

 

Permítame que ahora, tras estas reflexiones, resulte gráfico y que resuma así los retos que cabría plantearnos en cuanto a un impulso One health real y práctico para la salud animal. 

 

Reto 1: El primero y más evidente: El One health no es un eslogan gratuito o recurrrente, estamos obligados a creer en él y a llevarlo a la práctica. Debemos partir de que cualquier desequilibrio en la salud de los animales puede acabar afectando a las personas. Las amenazas para la salud de todos, para la salud pública, van mucho más allá pues de las zoonosis. De igual manera, deberíamos aprender que, promoviendo la salud animal, ampliando nuestro conocimiento sobre ella, también se puede beneficiar la salud humana a través de disciplinas como la oncología comparativa.

 

Reto 2: La perspectiva One health debe ser transversal, afectar horizontalmente a todos los departamentos con capacidad ejecutiva y de impulso legislativo que tengan relación con la salud animal. La realidad en nuestro país es la coexistencia -en compartimentos muchas veces estancos, sin relación- de tres ministerios en los que, en ocasiones, no ha primado el enfoque sanitario a la hora de regular sobre este ámbito. Y concreto: 

 

Agricultura: No entraré a detallar aquí -porque durante los tres meses de movilizaciones se ha expuesto reiteradamente- cómo el RD 666/2023 y en general, la restrictiva regulación del medicamento veterinario cuestiona la preservación de la salud pública. Sí resulta paradójico el inmovilismo de este ministerio frente a la contundente respuesta y protestas de todo el colectivo veterinario. Una reacción que, a su vez, contrasta con la facilidad con la que retiraron la obligatoriedad del veterinario de explotación ante las presiones del sector ganadero. Cabía entonces dos posibilidades: mantener esta figura clave y ayudar económicamente al sector -como tantos otros países, que financian la presencia del veterinario en el ámbito rural- o retirarla sin más a costa de la sanidad animal y -muy probablemente también- de la humana. Y se optó, se ha apostado, por la alternativa más sencilla, y claro, también, por la más barata. Que, a largo plazo, no nos salga caro. 

 

Sanidad: Tampoco es momento ahora de detallar cómo se ha procedido al vaciado progresivo del contenido veterinario en este ministerio. Baste quizá sólo recordar cómo, pese a reconocer en un informe expreso y previo al respecto que la veterinaria es la profesión con más titulados en el ámbito de la salud pública, en el primer borrador de la ley para la futura (y aún no aprobada) Agencia de Salud Pública, solo años después de haber sufrido la peor zoonosis pandémica de la historia contemporánea, la del COVID, no aparecía este término ni una sola vez. Como tampoco lo hacía la palabra ‘animal’ o ‘veterinario’.

 

Derechos Sociales:  Las sucesivas reformas legales promovidas desde este departamento se han caracterizado por una incuestionable inspiración proteccionista y animalista. Las necesarias aclaraciones y correcciones posteriores -en forma de notas interpretativas o desarrollos reglamentarios- han evidenciado, por el contrario, que en el proceso legislativo no se escuchó, no se contó con la opinión de los profesionales científicos y técnicos en general, de los veterinarios muy en particular. Sólo así se entiende que se regule sobre el bienestar de los animales pasando por encima, obviando muchas veces, las cuestiones referidas a su salud en las sucesivas regulaciones. 

 

Reto 3: Si nos creemos el One health habrá que dotarlo adecuadamente: 

 

Es más fácil y barato prevenir que curar, pero es evidente que se vende peor en términos electorales. Quizá por ello, solo el 1,1% del gasto sanitario se destina a la prevención. 

 

En general, la mayor parte de las normas promovidas en los últimos tiempos sobre salud animal suelen contener la misma disposición adicional:  "La aplicación de esta normativa no supondrá un aumento en el gasto público, ni requerirá la asignación de nuevas partidas presupuestarias".

 

Aplicar el tipo máximo del 21% de IVA a los servicios veterinarios no solo supone un agravio comparativo con respecto a otras profesiones sanitarias, sino que va en detrimento fundamentalmente de la propia salud pública.

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