La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) es la causa más común de enfermedad gastrointestinal (GI) crónica en perros, con una etiología multifactorial que involucra cambios genéticos que deterioran la respuesta inmune y el reconocimiento normal de antígenos bacterianos y alimentarios. El tratamiento evoluciona a enfoques farmacológicos y nutricionales como el uso de terapia inmunosupresora y una dieta hipoalergénica para minimizar los signos clínicos.
Estudios recientes con perros ya han informado de una estrecha relación entre la disbiosis intestinal, sus productos de fermentación y la EII, que puede promover la remisión o inducir la inflamación de la mucosa. Los tractos gastrointestinales de los seres humanos, los gatos y los perros albergan billones de microorganismos, entre ellos bacterias, arqueas, hongos y protozoos. Esta microbiota desempeña un papel crucial en la salud del huésped al apoyar el sistema inmunológico, producir metabolitos con funciones nutricionales y de señalización, mantener la integridad de la barrera intestinal y resistir la colonización patógena. La disbiosis, observada en afecciones como enfermedades inflamatorias gastrointestinales agudas y crónicas o tras el uso de antibióticos, afecta a la salud y el metabolismo del huésped.
El término disbiosis se refiere a cambios en la diversidad de la microbiota y cambios funcionales, como alteraciones en la producción de metabolitos bacterianos. Este escenario se observa comúnmente en muchas enfermedades crónicas y puede evaluarse a través de muchas herramientas.
Los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), incluidos el acetato, el propionato y el butirato, son los principales productos finales de la fermentación de la fibra dietética por parte de las bacterias intestinales. Su papel en la salud y la enfermedad ha sido ampliamente estudiado, considerando su relación con la microbiota digestiva y sus efectos sobre el sistema inmunológico y la motilidad gastrointestinal. Se han observado niveles reducidos de AGCC fecales en varias enfermedades digestivas crónicas, incluida la EII, y entre poblaciones con alto riesgo de cáncer de colon.
En respuesta a la disbiosis y a la alteración de los productos de fermentación, se han desarrollado terapias emergentes como el trasplante de microbiota fecal (FMT). El FMT implica la transferencia de material fecal de donantes sanos a receptores para modular su microbioma intestinal, administrado a través de métodos como enema, colonoscopia o cápsulas orales. Su aplicación en medicina veterinaria, particularmente en perros, es relativamente reciente.
Si bien los trasplantes fecales aún son objeto de investigación, los efectos prometedores de los prebióticos en la microbiota respaldan su uso como una alternativa complementaria para el tratamiento de enfermedades influenciadas por disbiosis, como la EII, y consiste en la aplicación de un enfoque no invasivo para modular la microbiota fecal que aún puede introducirse en la alimentación diaria.
Los beta-glucanos y mananooligosacáridos (MOS) son prebióticos derivados de levaduras con potencial para controlar la inflamación intestinal en humanos, perros y modelos de roedores de EII. Sin embargo, limitaciones relacionadas con la falta de tratamientos individualizados, dietas variadas y grupos experimentales heterogéneos comprometen la interpretación de su efectividad real, por lo que aún se están realizando investigaciones que puedan identificar primero lo que pueden o no hacer en condiciones controladas.
Por lo tanto, un trabajo internacional reciente tuvo como objetivo evaluar los efectos del betaglucano y los MOS suplementados por vía oral sobre la microbiota fecal y la concentración de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) en perros con EII leve utilizando un diseño de estudio aleatorizado y doble ciego.
Se evaluó el efecto de la suplementación durante 60 días en la microbiota fecal y las concentraciones fecales de productos de fermentación en perros con EII leve. Dieciocho perros con EII leve se dividieron en tres grupos experimentales de manera ciega y aleatoria: A: los perros recibieron 0,1% de un prebiótico basado en betaglucano, B: los perros recibieron 0,1% de un prebiótico basado en MOS + betaglucano, y C: los perros recibieron 0,1% de un placebo. La microbiota fecal se analizó mediante secuenciación de ARNr 16S de última generación.
Los perros debían estar en una fase leve de la enfermedad según la escala del índice de actividad clínica de enteropatía crónica canina (CCECAI) (calificaciones entre 0 y 3), y sin enfermedades concomitantes.
Las abundancias relativas de cada taxón se analizaron mediante un modelo lineal generalizado y los productos de fermentación mediante un modelo mixto. Los autores comprobaron que los prebióticos modularon positivamente la población bacteriana de Firmicutes y Bacteroidetes. El tratamiento A mejoró la diversidad alfa y las poblaciones de bacterias beneficiosas.
Así, los investigadores comentan que comprender los efectos de un prebiótico en cada bacteria también es esencial como investigación fundamental para comprender los efectos de un solo nutriente o nutracéutico dentro del entorno complejo, como la microbiota de los animales enfermos, antes de investigar estos efectos en escenarios multivariados. “La pregunta principal de nuestro estudio fue si los betaglucanos o los MOS tienen algún impacto en la microbiota intestinal de los perros con enfermedad intestinal crónica en esta dosis específica y durante este período de tiempo específico”, indican.
Si bien algunos estudios han intentado examinar los efectos clínicos más amplios en estos animales, los resultados “siguen siendo inciertos”. Los perros con enfermedad inflamatoria intestinal pueden experimentar recaídas y pueden requerir medicamentos adicionales, con variaciones en la gravedad y la ingesta dietética. Para aislar los efectos del prebiótico en sí, “hicimos un esfuerzo significativo para reunir un grupo con una gravedad de la enfermedad uniforme”. Una vez establecida una dosis y una duración específicas, “la investigación futura podría basarse en esta base para explorar escenarios más complejos”.
En resumen, “todos los perros toleraron bien la ingesta de prebióticos y esto produjo cambios importantes en la microbiota que mejoraron su diversidad y uniformidad”.
No obstante, indican que “se requieren más estudios a largo plazo para comprender mejor la dinámica de la microbiota en un grupo homogéneo de perros con EII moderada y para evaluar los resultados clínicos”, pero concluyen que “la suplementación con beta-glucano durante 60 días tuvo efectos beneficiosos en la modulación de la microbiota intestinal en perros con EII leve”.