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Manuel Lapeña Altabás (1893-1936), veterinario de Villarroya de la Sierra (Zaragoza)
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Manuel Lapeña Altabás (1893-1936), veterinario de Villarroya de la Sierra (Zaragoza)

José Manuel Etxaniz Makazaga, Doctor en Veterinaria
José manuel etxaniz
José Manuel Etxaniz Makazaga, Doctor en Veterinaria

Un reducido grupo de veterinarios, la mayoría clasificados en el segmento de los pensionistas que, no jubilados, nos afanamos en bucear en archivos y bibliotecas para, aplicando el método científico, dar respuesta a los muchos interrogantes que se nos plantean nuestros orígenes profesionales y resucitar a veterinarios ilustres caídos en el olvido por parte de sus propios compañeros.


La situación se torna más opaca todavía, por razones obvias, si nos referimos a los veterinarios del bando perdedor que fueron asesinados durante la Contienda por su activismo político o sindical, por su actitud contraria a la de los golpistas o, por otras razones bastardas imputables a la situación que se generó. No existe, salvo en Euskadi, una nómina de los que fueron represaliados, padeció prisión o exilio y apenas existen documentos.


Alguna exhumación reciente de la basílica del Valle de Cuelgamuros (antes, Valle de los Caídos), desarrollada con relativa discreción, ha puesto en evidencia las dificultades existentes para que otros restos que reposan en aquel fatídico lugar, puedan hacerlo con la dignidad que merecen, en el lugar que sus deudos dispongan o, cuando menos, se devuelvan a las sepulturas de las que fueron secuestrados.


Se da la circunstancia de que el primer cadáver, autorizado mediante sentencia judicial, a regresar a su lugar de origen, es el de un veterinario aragonés, D. Manuel Lapeña Altabás, nacido en Villarroya de la Sierra (Zaragoza), el 3 de septiembre de 1892, que falleció asesinado en el Barranco de la Bartolina, Calatayud (Zaragoza), el 27 de julio de 1936.


Manuel Lapeña se revalidó como veterinario en 1913 en la Escuela de Veterinaria de Zaragoza. El 14 de diciembre de 1925, fue nombrado, Veterinario Titular e Inspector de Higiene y Sanidad Pecuarias de su localidad natal y de las aldeas de Vadillo y Horcajo. El nombramiento sería recurrido por cuatro vecinos, pero el recurso no prosperó. Al parecer, los demandantes, “tomaron nota”.


Por la declaración que hiciera en 1937 ante la Comisión de Incautaciones, el párroco de la localidad, sabemos que: “Manuel Lapeña era veterinario. Fue el fundador de la CNT y causante de todo el mal que ha ocurrido al pueblo, pues supo engañar a la juventud arrastrándola por estos derroteros tan nefastos. Un tipo verdaderamente cretino, hombre funestísimo que fue fusilado”.


Su hermano Ramiro, herrero y otros, fueron asesinados en la tapia del cementerio de Calatayud en julio de 1936 por una partida de fascistas formada por miembros de la policía municipal, agentes de policía, falangistas y guardias civiles bajo las órdenes de Rafael Pérez Civil, teniente de Infantería y jefe de la Milicia Nacional de FET-JONS de 2ª línea de Calatayud. Un año después, el bando franquista abrió un expediente al muerto para imponer a su familia una multa de 1.000 pesetas y embargar sus bienes: Un huerto y un corral.


Su hijo Manuel Lapeña Lapeña, con 92 años, recordaba en 2016 que tenía 12 años: “Salí a esperarlo a la puerta de casa, pero nunca volvió”. Manuel tenía 12 años. Un vecino vio la bicicleta de su padre abandonada en la mitad de un camino. Otro comentó por el pueblo “Ha caído Manuel Lapeña…”. Pudo huir, pero no quiso. “La última vez que hablamos me dijo: Tú no te preocupes que a mí no me van a hacer nada, porque yo no he hecho nada. Era un buenazo”. “Poco después vinieron tres camiones a casa preguntando por mi tío Ramiro. Estuvo como un perro escondido en el monte. Le dijeron que no le pasaría nada y fue tan tonto que se entregó. Le mataron en octubre de 1936”. Manuel falleció a los 97 años sin ver cumplido su deseo.


La basílica de Cuelgamuros se erigió por Decreto de 1 de abril de 1940 con el objetivo de “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada”, en el municipio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), en la Sierra de Guadarrama. Bajo la gran cruz exterior, se construyeron ocho cavidades que acogerían los restos de las víctimas de la Contienda, en muchos casos, especialmente de los pertenecientes al bando perdedor, sin el conocimiento ni autorización de sus familiares.


Efectivamente, una mañana de 1959, el vecino de Calatayud, Agustín Artal vio cómo la Guardia Civil apilaba huesos humanos junto al cementerio. Cumplían órdenes del ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega. Los huesos exhumados se repartieron mezclados en nueve cajas que contenían restos de 81 personas desconocidas que, con la referencia de su lugar de origen, fueron enviados en camiones y depositados en la cripta situada en la tercera planta, a la derecha del altar mayor.


Desde que recibieran la noticia en 2007, el matrimonio Capapé & Lapeña inició su particular pelea ante los tribunales para exhumar los restos de sus familiares. 


Agotadas diversas vías, el 20 de noviembre de 2014 acudieron al procedimiento «para la aprobación y protocolización de información ad perpetuam memoriam». Su demanda fue considerada, pese a que la reforma de la Ley de Jurisdicción Voluntaria de 1881 fue modificada en julio del año 2015 y el 30 de marzo de 2016, el juez titular del Juzgado de Primera Instancia número 2 de San Lorenzo de El Escorial  D. José Manuel Delgado ordenó dar digna sepultura a los hermanos asesinados, derecho que asiste a los demandantes, porque los restos de Manuel Lapeña y su hermano Ramiro pudieron ser dos de las víctimas que, el régimen robó en 1959 para llenar el mausoleo franquista.


Además de ser la primera vez que se reconoce la identidad y los hechos de las dos víctimas objeto de la demanda, el juez procedió a emitir los testimonios oportunos a los efectos de la inscripción en el registro, reconociendo a su vez y también por primera vez en España, el derecho a la digna sepultura de ambos hermanos, procediendo a la realización de las actuaciones pertinentes para la entrega de los restos cadavéricos de los hermanos Lapeña Altabas a su familiar Dña. María Purificación Lapeña Garrido tras la identificación positiva de los mismos. Con ello se hacía pública la primera y única sentencia que cuestiona el franquismo.


Pero nuestro protagonista y su hermano, por razones presuntamente técnicas y sin duda políticas, todavía no han sido exhumados.

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