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La FAO pide un mayor enfoque en la prevención de las crisis alimentarias
EDICIÓN

La FAO pide un mayor enfoque en la prevención de las crisis alimentarias

En los últimos cinco años, el número de personas afectadas por una crisis alimentaria ha continuado aumentando hasta alcanzar los 155 millones de personas en 55 países en 2020
rein paulsen
Rein Paulsen, director de Emergencias de la FAO.

Los adelantos en el campo tecnológico y del flujo de información ya permite prever muchas catástrofes antes de que se desaten y causen sufrimiento a los seres humanos, pero, ante el aumento de las amenazas contra la seguridad alimentaria y los medios de vida rurales, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) insta a intensificar masivamente el uso de estas herramientas.


Ante la frecuencia, la intensidad y la complejidad cada vez mayores de las crisis, "no podemos seguir recurriendo a las mismas estrategias del pasado: hemos de innovar e invertir de manera más sabia y eficiente", apunta Rein Paulsen, director de Emergencias de la FAO.


“En los últimos cinco años, el número de personas afectadas por una crisis alimentaria ha continuado aumentando hasta alcanzar los 155 millones de personas en 55 países en 2020. Actualmente, más de 41 millones de personas se enfrentan a situaciones de emergencia por problemas alimentarios, corriendo así el riesgo de padecer hambruna o condiciones similares a menos que reciban asistencia inmediata para sobrevivir”, asegura el experto.


No obstante, “pese al aumento de la financiación con fines humanitarios destinada al sector alimentario, de 6.200 millones de dólares (más de 5.000 millones de euros) a casi 8.000 millones de dólares (algo más de 6.700 millones de euros) entre 2016 y 2019, esta sigue siendo claramente insuficiente”, advierte.


Por ello, la FAO ha redoblado su acción preventiva. "La mejora de la tecnología y los datos implica que actualmente disponemos de las herramientas para entender y pronosticar mejor las crisis y sus repercusiones".


Según cuenta Paulsen, “la FAO había invertido 250 millones de dólares (alrededor de 211 millones de euros) en la adopción de medidas preventivas entre 2020 y 2021. Entre ellas figuran la intervención temprana para contener el grave recrudecimiento de la plaga de langostas del desierto, que se alimentan de cultivos y pastos, en África oriental, en el marco de una campaña de lucha que ha permitido salvaguardar la seguridad alimentaria de 40 millones de personas”.


IMPORTANCIA DE LA ACCIÓN PREVENTIVA


La acción preventiva, que puede adoptar muchas formas y tener diverso alcance, es de “carácter extremadamente urgente”.


“Abarca desde las transferencias monetarias que permiten a las personas protegerse a sí mismas y a sus animales, hasta la asistencia a los pescadores para que pongan a buen recaudo sus embarcaciones y artes cuando se avecina una tormenta, así como los equipos de horticultura doméstica con el fin de ayudar a las familias en zonas de guerra a producir alimentos más cerca del hogar antes de que se produzca una escalada del conflicto”, explica el director.


En las comunidades de pastores, “estas intervenciones a menudo implican el suministro de piensos y vacunas para mantener al ganado esencial sano y a salvo ante una etapa de sequía, mientras que los agricultores pueden recibir equipos de riego por goteo y semillas resistentes a este fenómeno”.


Independientemente del contexto, todas las medidas preventivas tienen la misma finalidad, “proteger a los agricultores, pescadores y cuidadores de ganado vulnerables, para que no se queden sin sustento y puedan seguir alimentándose tanto a sí mismos como a sus familias”.


ASPECTOS DESTACADOS DE LA LABOR DE LA FAO


En 2020, los enjambres de langosta del desierto que se propagaron por el Cuerno de África, la península arábiga y Asia sudoccidental amenazaron con arruinar los cultivos y los medios de subsistencia. La FAO cooperó con los gobiernos para ayudar a contener la peor plaga de langosta del desierto registrada en 70 años en determinadas zonas. Las operaciones de lucha contra esta plaga evitaron la pérdida de más de 4 millones de toneladas de cereales y de 870 millones de litros de leche.


Asimismo, en la isla filipina de Mindanao, la FAO prestó apoyo a las familias atrapadas en plena escalada del conflicto local ante la llegada de una sequía inminente mediante kits de horticultura y pequeñas granjas avícolas comunitarias cerca de los centros de evacuación, con miras a proporcionarles alimento antes de que dejaran de tener acceso a sus explotaciones.


Además, las personas que seguían teniendo acceso a sus arrozales recibieron semillas de arroz resistentes a la sequía para poder cultivar.


Por otra parte, en Colombia, la FAO utilizó los datos de las Naciones Unidas para prever los crecientes flujos migratorios de la República de Venezuela a la región fronteriza. Adivinando que las comunidades del lado colombiano no tendrían capacidad para producir alimentos suficientes para el número cada vez mayor de personas que estaba llegando, la FAO proporcionó semillas y herramientas a las familias vulnerables a fin de impulsar la producción alimentaria con antelación. La iniciativa alentó la colaboración entre las comunidades de acogida y los migrantes en fincas de capacitación donde adquirieron conocimientos agrícolas y cosecharon los frutos de su trabajo colectivo.


En Sudán, ante una temporada de lluvias especialmente escasas, se activó un mecanismo de alerta temprana facilitado por la FAO, lo que permitió detectar desplazamientos inusuales del ganado, períodos secos prolongados y una subida de los precios del sorgo.


Antes de que esas tendencias condujeran a una crisis alimentaria, la FAO actuó velozmente para proteger a las comunidades pastorales, dispensando botiquines, pienso y atención veterinaria para 30.000 animales.

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