La inmunodeficiencia felina (FIV, por sus siglas en inglés) o sida felino se trata de una enfermedad de origen vírico “transmitida por vía fetoplacentaria desde la madre a los gatitos, o bien entre gatos coetáneos mediante contacto con sangre, generalmente por lamido o mordedura”, y es causada por un virus de la familia de los Retroviridae, según explican los expertos de la Clínica Veterinaria Éboli.
La enfermedad del sida felino tiene un cuadro muy parecido al Síndrome de Ia Inmunodeficiencia Adquirida de las personas (SIDA).
Actualmente “no existe vacunación que prevenga la infección y desarrollo de la enfermedad en los animales, con lo que un animal positivo será portador (sintomático o asintomático) de la enfermedad durante toda su vida, pudiéndola transmitir a otros gatos. Sin embargo, la enfermedad no se contagia a animales de otras especies (perros, conejos, pájaros…) ni al ser humano”, indican desde el Centro Veterinario Medican.
Si bien, el FIV es una enfermedad con buen pronóstico de vida a largo plazo, pero provoca una bajada de defensas, lo cual predispone al animal a padecer un mayor número de infecciones por parte de otros virus, bacterias o parásitos internos ó externos respecto a cualquier otro animal no infectado. Asimismo, el virus del FIV predispone a padecer tumores a largo plazo, entre los 10 y 12 años, aunque no se descarta su aparición temprana en el caso de algunas cepas del virus.
Por ello, lo recomendable es vacunar a los animales para aumentar la protección frente a otras enfermedades.
En cuanto a los síntomas, “son muchos y muy variados, ya que pueden aparecer síntomas debidos directamente al virus o por infecciones oportunistas debidas a las alteraciones del sistema inmune que produce”, apuntan. Algunos de los que más frecuentes son “la pérdida del apetito, adelgazamiento, problemas dentales y en encías, y alteraciones oculares, neurológicas o respiratorias”.
Por último, aunque “se han propuesto terapias frente al virus, desgraciadamente no parecen eliminarlo en la mayoría de los gatos. Se pueden administrar terapias de soporte e intentar manejar a los patógenos oportunistas aunque cada gato debe valorarse individualmente según su cuadro clínico y condiciones”, concluyen.
Aunque la información proceda de instituciones o profesionales veterinarios, desde Diario Veterinario siempre recomendamos que acudan a su veterinario de confianza.